Podríamos decir sin posible duda que Teresa Rodríguez, Diego Cañamero y Juan Manuel Sánchez Gordillo pertenecen a la izquierda de la izquierda. Pero sería más preciso escribir que es la izquierda de la izquierda la que le pertenece a ellos.

A Diego y a Juan Manuel, desde hace un siglo y casi no es una licencia. Clareaba la democracia, la "pantomima lamentable de la transición" (se lo regalo)  y Juan Manuel y Diego ya eran Niños/Líderes/Alcaldes Jornaleros. La liturgia de las tomas de fincas, de las detenciones fugaces y de las fotacas con/contra los picoletos, las marchas de alpargatas con banderas verdiblancas por caminos polvorientos. Nada que envidar al modo Novecento. Y allí estaban Juan Manuel y Diego, descamisados y quemados por el sol y la tierra para quien la trabaja, coño.

Pasaron los decenios, se murieron las cabinas telefónicas, las máquinas de escribir, los poetas andaluces. Pasaron los presidentes del Gobierno, de la Junta, los parlamentos, las californias de europa, las andalucías imparables. La vida se hizo digital y de pago (como siempre, por cierto) y Juan Manuel y Diego siguen aquí, en su propiedad de la izquierda de la izquierda, cuidando con mucho más acierto su parcela que Felipe Benjumea “su” Abengoa. Un éxito que debería estudiarse en las escuelas de negocios.

Teresa Rodríguez ha emergido como lideresa del popurrí de tendencias que malvive en Podemos. Es la genuina representante de ese numeroso grupo de funcionarios públicos radicalizados (casi todos sus dirigentes) que han decidido liberar a los pobres de sus cadenas con una suerte de nuevo despotismo: para el pobre pero sin el pobre; a ver si alguien encuentra alguno en sus listas.

Podría pensarse que Teresa es un producto reactivo de la puta crisis. Error. Preguntada hace un rato por su aversión genética a un pacto con los sociatas versión Castilla-La Mancha, vino y dijo, del tirón, lo del gal, lo de las manos manchadas de sangre, lo de la reconversión industrial, hostia puta, si parecía Anguita travestido. Le he calculado la edad y para esos tiempos de los gal y tal Teresa andaba por los doce años. Le viene de casta la escritura de propiedad de la izquierda de la izquierda.

El corpus ideológico de Teresa, Juan Manuel y Diego se abraza sin fisuras con el espantajo de la izquierda de la izquierda y el independentismo. Juan Manuel y Diego anduvieron demasiados años en la “comprensión” del entorno etarra que justificaba los asesinatos, por cierto, algunos de ellos de niños guardia civiles salidos del mismo paro y de los mismos pueblos andaluces en los que Gordillo y Cañamero organizaban sus mediáticas tomas de fincas. Teresa apoya con entusiasmo el secesionismo catalán, como supongo que se emocionaría hasta las lágrimas con un nuevo pronunciamiento de cantón en Cartagena.

Y no ven mayor diarrea en su corpus (sic) por el hecho de que la compañera de viaje hacia el secesionismo sea la alta burguesía catalana, seguramente buena amiga (entre ricos, nos conocemos todos) de los terratenientes andaluces que van a misa cuyas fincas quieren expropiar. Como todos los de izquierdas sabemos, nunca será lo mismo un asqueroso capitalista español con capilla que un hacendoso, emprendedor y devoto católico empresario catalán. Este es el glorioso corpus emancipador. Juan Manuel y Diego tienen digna sucesión en la propiedad (pocos votos pero fieles) del cortijillo de la izquierda de la izquierda. No tienen que hacer testamento.

Te pones demasiado acerada, amore, dice mi altocargo, que lleva un mes huyendo de los telediarios y de Pepa Bueno. Verás lo contento que se va poner el millón de parados andaluces cuando les digan Juan Manuel, Diego y Teresa que lo que necesita de verdad no es la vulgaridad del trabajo precario sino el cielo de la autodeterminación.