Álvaro Aguilera Fauró está en pleno apogeo literario tras la publicación de su primera novela, "Plato del Mal Gusto", de la mano de la editorial Akal, y hoy le entrevistamos con el ánimo de conocer algunos entresijos de autor que rodean esta obra del género negro, del género de los crímenes y las responsabilidades.

Vaya por delante que soy aficionado irredento de la novela negra. Por eso, cuando tuve entre mis manos "Plato de Mal Gusto" desconfié, como desconfían los prejuicios elitistas al escuchar las palabras "primera novela". No obstante, dicha sea la verdad, Álvaro Aguilera no es primerizo en el mundillo de los giros de trama y los plot points, y sabe jugar perfectamente sus cartas.  "Plato de Mal Gusto" me ha ayudado, gracias a las aportaciones del autor, a refrescar en mi memoria qué debería ser una novela negra, para qué se ideó. Es una obra que me parece tratar de ir, quiera o no el autor, un poco más allá de su propia trama.

Esa es una cuestión prácticamente ineludible cuando se trata de un autor profesor de la Escuela San Antonio de los Baños, Cuba, en la especialidad de guión cinematográfico; miembro del Foro de Creadores 2.0 de Madrid; y actual Secretario del  Partido Comunista de Madrid. Un perfil, en fin, que se presta cuanto menos a que leamos su novela prestando atención a las voluntades, a las preguntas que suscita a lo largo de la misma.

Uno de los aspectos a destacar de esta novela es que, casi sin pretenderlo, deja traslucir lo que llamamos urbanismo unitario, donde las clases no se reflejan en la distribución espacial como tradicionalmente cabría esperar, sino que cada personaje, cada localización, muestra sus miserias y sus grandezas, sin directrices policiales racionales ni posible uso de razón a la sazón de otras obras del entorno noir propias de lo policíaco, por citar un común denominador en el mercado español.

Y otro aspecto en el que me detendré, y al que recomiendo personalmente poner bien los sentidos, es al uso de la violencia. Una violencia que, a veces por desmedida, tiene una razón de ser tan abominable como naturalizada en nuestra sociedad; una violencia explícita derivada de hechos que suceden en el día a día de nuestro país, de la España de la novela, y que con toda probabilidad el público encontrará sospechosamente paralela a muchos titulares y recortes de prensa de los últimos tiempos. Una realidad siniestra en la que a veces una obra de ficción como "Plato de Mal Gusto" resulta no ser tan ajena a nuestros parajes y vicisitudes.

Aunque tu novela, "Plato de Mal Gusto", está catalogada en el género de la novela negra, personalmente me siento más inclinado a incluirla dentro del ‘pulp’, por las dosis de violencia y, en determinados momentos, de situacionismo y surrealidad; un género que en España, bien escrito, escasea. ¿Te has valido de inspiraciones autóctonas, extranjeras…?

Las influencias siempre existen. Es algo inevitable y contra lo que no hay que luchar. Si tuviera que elegir en el ámbito del género negro, me inclinaría por dos autores que para mí son padres literarios: Raymond Chandler y Juan Madrid. El primero, porque es un escritor espectacular, depurado, con un dominio apabullante del estilo irónico y los diálogos brillantes. El segundo, además de amigo personal, es el escritor que me enseñó que hay que conocer los lugares que salen en tus novelas a fondo, que escribir no sólo es sentarse frente a un papel en blanco sino investigar y conocer el terreno. Además, aporta una visión personal y necesaria sobre las cloacas de nuestra sociedad: los ambientes en los que se mueve el alma del género negro.

Por otra parte, hay mucha novela negra en España en los últimos tiempos, como si estuviera de moda (de nuevo). Personalmente tengo algunos puntos (que no mencionaré más que al público) que a mi parecer diferencian tu novela de la novela negra, más normativa, que impera en el mercado editorial. ¿Por qué otra más? Saltándonos lo políticamente correcto, ¿qué crees que tiene tu obra para que merezca la pena leerla?

En mi opinión no existe tal proliferación de novela negra (y eso tiene que ver también con la anterior reflexión que has hecho con el pulp). Para mí (sé que esto es muy personal y poco ortodoxo) la novela negra no es lo mismo que la novela policiaca o de misterio. La novela negra no tiene que ver tanto con la resolución del crimen o descubrir al asesino sino con la voluntad de vincular ese crimen con un sistema social, económico y político. Dicho de otro modo, el género negro introduce el bisturí en el cuerpo de nuestra sociedad; un cuerpo podrido, llagado, fermentado de corrupción y vileza. La novela negra, la buena novela negra (al menos como yo la entiendo) conecta el pequeño crimen cometido en los barrios periféricos con los despachos de los peces gordos. Establece una conexión incuestionable entre la muerte y el sistema. Porque para ser muy rico, muy rico de verdad, hay que ser un criminal, y las decisiones que se toman en los despachos de esos criminales (a los que las capas populares nunca somos convocadas) definen en cierto  modo nuestra vida y determinan nuestros actos. Respeto mucho a autores que escriben en el género policiaco, pero la novela negra es otra cosa, no existe sin esa voluntad de desnudar al poderoso, de descubrir su juego y su trampa. Otra cosa es que ahora se llame a todo género negro. No es casual. Quieren desposeerlo de su sentido más profundo y convertirlo en una propuesta amable, cosa que nunca será.

¿Por qué una persona normal escribiría sobre violencia?

Porque la violencia es parte indiscutible de nuestra vida. La vemos en todas partes. Y un escritor o una escritora hablan de lo que pasa en el mundo. Y también porque todo aquello que nos impone la ideología dominante, de una forma u otra, ha sido respaldado siempre por violencia. Será más o menos explícita, de acuerdo, pero subyace bajo la cotidianeidad, como un rumor telúrico, hasta que estalla y nos da un baño de realidad en las narices.

¿Por qué un público incapaz de movilizarse para protestar lee tanto sobre la violencia?

Sinceramente dudo que se lea mucho, en general. Pero creo que el que lee este tipo de novelas suele ser más propicio a la protesta y la movilización que otros.  Ahora bien, es verdad que la violencia, desgraciadamente, se ha convertido en un espectáculo de consumo capitalista, como el sufrimiento, el sexo o la miseria. El sistema trata de convertir cualquier cosa en valor económico. Es un león hambriento (y prácticamente obeso). Y mientras exista el león capitalista todo tratará de utilizarse para obtener beneficios.

De todos es sabido que tienes implicaciones orgánicas en política. Obviando el hecho de que nuestra naturaleza permea en lo que escribimos, ¿de qué manera puede influir, digamos, la conciencia de clase, a la hora de crear? Me refiero a personajes, escenarios, adoptar una problemática u otra…

Soy militante comunista, no lo oculto ni lo pretendo. Pero sí aclararé que bajo ningún concepto he pretendido escribir un panfleto. Los panfletos me aburren, sean de la ideología que sean y, en mi opinión, la buena literatura debe proponer preguntas pero nunca respuestas. Las conclusiones deben ser del lector. Dicho esto, evidentemente el hecho de pertenecer a la clase obrera determina tu manera de escribir. 

¿Cómo se concreta todo ello en tu novela?

Mi novela transcurre de manera principal en mis barrios de infancia y adolescencia (aunque hay más lugares): Las Águilas y Aluche, en la ciudad de Madrid. Son barrios proletarios, de clase trabajadora y eso lo determina todo. En cierto modo, creo que con “Plato de mal gusto” he pretendido hacer un homenaje a los barrios del estado, donde pasan las cosas realmente importantes, donde la vida transcurre de manera auténtica, a pesar de que suelen ser los grandes olvidados de una parte importante de la literatura actual. Personalmente estoy hasta los bemoles de novelas en las que el entorno no importa y todo transcurre en el mundo interior del personaje. Me parecen cartón piedra, puro vacío o material barato de autoayuda. La conciencia de clase puede querer esconderse, pero en el fondo es como un animal dormido entre las letras de la novela que siempre despierta en los momentos clave para dar un zarpazo. No se puede ocultar. Ni en el caso de pertenecer al proletariado ni en el de pertenecer a la burguesía. Nuestra pertenencia a una clase determina inevitablemente nuestra visión del mundo y esa visión aflora cuando menos te lo esperas. Sería un error, a mi juicio, tratar de segarla.

Palacios es como un existencial venido a menos, que no puede dejar su trabajo, no puede dejar de fumar ni su afición a las mujeres. Yo no puedo evitar preguntarme cómo construiste el personaje, qué ideas se fueron agregando hasta decir "quiero que él sea el protagonista". Espero que no haya nada demasiado autobiográfico…

Jajajaja. Lo único autobiográfico, afortunadamente, es la dificultad para dejar de fumar. Con Palacios, no quería construir un protagonista que fuera políticamente correcto (el típico detective ético y de buen corazón rodeado de un mundo cruel), sino un personaje con aristas, hundido en cierta miseria moral y vital, contradictorio, que no vacila en matar o torturar a alguien si es lo adecuado para su fin. El andamiaje de Palacios se basaba en esa premisa. Necesitaba construir un individuo que resultara real y verosímil. No me interesaba un universo en el que los buenos fueran muy buenos y los malos muy malos, sino en el que los grises lo inundaran todo. Siempre quise que fuera el protagonista, además, porque me planteaba un reto que me parecía muy interesante: conseguir que a lo largo de la lectura te cayese bien un tipo que en realidad es un canalla. Al lector o lectora le tocará juzgar si se ha conseguido.

Como autor comprometido socialmente, te pregunto algo que pregunto a todos/as mis entrevistados/as, esta vez con cierta intención: ¿cómo ves la situación, el mercado editorial?

No sé si me gusta la etiqueta de autor comprometido. Me parece una cosa un poco de la progresía de la transición y de gente que se ha aburguesado horriblemente con el paso de los años como los artistas de la ceja y especímenes de ese corte. Yo quiero contar historias que entretengan, emocionen y generen preguntas. No deseo adoctrinar a nadie ni torturar al público con frases hechas sobre la toma del poder de los parias para luego irme a tomar un gintonic premium en mi casa de la playa o decir, como el otro día le escuche a uno que llegué a admirar pero que ahora me da vergüenza ajena, que las revoluciones envejecen mal. Si algún día pertenezco a ese club, escríbeme para que me quite de en medio elegantemente. Para cambiar la conciencia hay otros cauces mejores, necesarios y mucho más eficaces. Por eso milito, pero como escritor mi grano de arena lo trato de poner provocando esas preguntas de las que hablaba antes y confiando en la capacidad del lector para hallar respuestas. 

Y del mercado editorial, ¿qué?

Respecto al mercado editorial quizá no soy el más indicado para juzgarlo porque no lo conozco demasiado. Lo único que puedo decir es que mi editorial, Akal, y mi editor, Jesús Espino, leyeron la novela sin tener ni idea de mi militancia política y se arriesgaron en publicar a un autor desconocido y joven. Hay editoriales malas, buenas y mediopensionistas, como en casi todo. Creo que lo peor de este mundo hay que buscarlo en la dictadura del mercado en las superficies de ventas. Llega el primer presentador de televisión que se cree ungido para escribir un libro, hace un bodrio (no siempre es así pero casi siempre) y le dan toda la cobertura mediática y de difusión existente. Pero es normal, supongo. Quieren ganar dinero y lo que vende hoy es la televisión. La cultura, en general, les importa un bledo (benditas sean las excepciones).

Hace poco tiempo tu obra, "Plato de Mal Gusto", ha sido elegida para el puesto 26 de las 100 primeras obras elegidas para la iniciativa "MiLibroParaMadrid". ¿Podrías explicar brevemente, en términos político-culturales, en qué consisten iniciativas de este tipo y de qué manera influyen en autores como tú mismo, que estén publicando sus primeras obras literarias?

Influyen mucho. Para mí fue una sorpresa total y una gran alegría. Sobre todo porque supone que en todas las bibliotecas de Madrid existan ejemplares de la novela. Y eso, para un escritor que empieza garantiza un elemento fundamental: que te puedan leer. Para eso escribimos, para que nos lean. El que diga que escribe para él es un necio o un embustero. Ojalá todos los organismo públicos hicieran cosas así y se preocuparan más por la cultura y menos por las miles de chorradas en las que malgastan nuestros impuestos.

Por último, ¿algo que puedas adelantar de tus siguientes trabajos? Una pequeña 'long line'…

Pues este verano he vuelto a Palacios y he comenzado una nueva novela con el personaje. Será negra, es lo único que sé decir (o pulp jajajaja). Aparte, llevo varios años escribiendo otra. Podría decirte que es esto o aquello, pero en primer lugar no tengo ni idea de qué es (desde luego no una novela negra) y en segundo, me parece carente por completo de interés. Siempre he defendido y defenderé que cuando un autor deja su texto a una sola persona, ese texto deja de pertenecerle a él. Es irrelevante lo que los autores piensan de sus novelas, lo importante es lo que piensan los lectores. Así que si ve la luz, que juzguen ellos.

Me gusta dejar siempre un pequeño espacio al final por si quieres decirle algo personalmente al público… ¿algún consejo de profesor para amateurs, tal vez?

No sé si estoy en disposición de dar consejos a nadie pero creo que sólo hay dos realmente importantes, al menos que yo pueda decir. El primero es que lean. El segundo que nunca digan de manera explícita aquello que realmente quieren decir.