Hasta ayer a las dos menos cuarto de la tarde la posguerra socialista venía transcurriendo con relativa calma. No faltaban los recelos, las desconfianzas, este tímido gesto de revancha, aquel leve indicio de resentimiento, pero en general nada impropio de cualquier posguerra, nada en fin que agitara seriamente las quietas aguas del armisticio asumido a regañadientes por la sede federal de Ferraz y la sede andaluza de San Vicente tras las primarias del pasado 21 de mayo.

La frase

Las 13:45 de ayer fue más o menos la hora en que, durante su discurso de clausura del 13 Congreso Regional del PSOE-A, Susana Díaz pronunció la frase que algunos han interpretado como amenaza, bastantes como desafío y casi todos como ultimátum.

El párrafo de la recién elegida secretaria general con más del 90 por ciento de los votos empezó bastante bien ("Pedro, vas a tener la lealtad de todos los socialistas andaluces y la mía la primera. Y sé que esa lealtad también la tendrás con Andalucía”) pero acabó bastante regular (“Lo único que te pido como secretaria general y como presidenta de la Junta es que nunca me hagas elegir entre las dos lealtades porque soy presidenta de todos los andaluces").

Adiós al ‘modo zen’

Y ahí empezó todo de nuevo. Saltaba por los aires el ‘modo zen’ en que había entrado el socialismo andaluz tras ‘la hostia’ que Susana se había llevado en las primarias.

En las últimas semanas, la presidenta había exhibido públicamente una quietud bastante total, no había bajado la guardia ni un momento, no había dejado ni un instante de vigilarse estrechamente a sí misma para no cometer ese desliz antipedrista que las crónicas habrían convertido de inmediato en titular de primera página a cinco columnas.

La guerra había terminado y era preciso gestionar la posguerra del modo más pacífico posible. La tropa de ambos bandos estaba exhausta y solo anhelaba abandonar el campo de batalla y volver a casa.

La paz y la victoria

Las cosas ya habían empezado, en realdiad, a torcerse un poco –un poco bastante– en el 39 Congreso Federal, donde Pedro Sánchez apostó claramente por la victoria en vez de hacerlo por la paz, aun sabiendo que la victoria siempre es de un bando mientras que la paz es de los dos.

La opción estratégica de Sánchez puede que fuera un error, pero era en todo caso un error bastante común en todos los partidos tras una guerra civil tan cruenta como la habida en las primarias. Si la decisión de Pedro de no favorecer la integración auguraba que la posguerra podía ser larga, la frase de ayer de Susana certifica que lo será.

Varias preguntas

Esta es la pregunta que urge contestar: ¿tenía Díaz motivos suficientes para decir lo que dijo del modo en que lo dijo y en el sitio donde lo dijo?

Formulada de otra manera: ¿la imprudente decisión de Sánchez de comprarle al PSC un género tan comprometido como la ‘plurinacionalidad’ supone una amenaza para ese igualitarismo bastante ecuánime pero algo intransigente que enarbola el PSOE andaluz y que es parte sustancial del ADN de una autonomía cuyas instrucciones genéticas le fueron dictadas por el pueblo andaluz en las fechas legendarias del 4 de Diciembre de 1977 y el 28 de Febrero de 1980?

Cierta sobreactuación

¿Están los socialistas andaluces poniéndose la venda antes de la herida? ¿No hay en su picajosa conducta un punto de sobreactuación, como la de esos delanteros que, en los partidos importantes, al menor roce del defensa se revuelcan aparatosamente por el suelo echándose mano a la pierna como si su oponente les hubiera seccionado la tibia? ¿Le ha dado Ferraz a San Vicente motivos para que este se haya picado del modo tan ostentoso en que lo ha hecho?

Otra manera más de formularlo: ¿cuál de todas estas cosas es la ‘plurinacionalidad’ aprobada en el Congreso Federal del PSOE: una puñalada, una traición, una ruptura, un peligro, una amenaza, una simple palabra? ¿La plurinacionalidad abrazada por el PSOE es la misma que abraza Podemos? ¿Está más cerca de lo que entiende por ella ERC o de lo que entiende por ella la Declaración de Granada? Desde luego, hoy por hoy –no sabemos mañana– parece estar mucho más cerca de Granada que de Esquerra.

La plurinacionalidad y Montaigne

Sin embargo, el PSOE andaluz ha decidido que ‘plurinacionalidad’ es cualquier cosa menos una simple e inocente palabra. ¿Su sobreactuación congresual en defensa de Andalucía es política e ideológicamente sincera o es solo una táctica para tomar posiciones de cara a la futura –y crucial– negociación del nuevo sistema de financiación autonómica?

En todo caso, no piensan lo mismo en la hasta antes de ayer convulsa Valencia, donde sí está llegando la paz. Los socialistas de Ximo Puig, que sí han abrazado la palabra tan ricamente, y eso que los valencianos no son menos igualitaristas ni unionistas –¿anticatalanistas?– que los andaluces. Y es que, como diría Montaigne, “la palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”.