La tontada más grande de la izquierda es su complejo con los nacionalismos. Dice mi altocarfgo que todo empezó en Maragall. Hasta entonces ser de izquierdas significaba que un pobre extremeño y otro ilerdense y otro del Valle del Zalabí (Alcudia de Guadix, Esfiliana y Charches, un sitiazo) era la misma cosa: pobres. Ahora siguen siendo pobres o tiesos pero les divide el derecho a decidir: no es lo mismo ser un pobre catalán de Olot con su derecho a decidir restregándoselo a los demás en las tabernas, que ser un pobre sin derecho a decidir ni nada y encima charnego sospechoso de españolidad flagrante.

En el siglo pasado, antier como quien dice, el voto socialista en Cataluña y el voto socialista en Andalucía le hacían el trabajo a los catedráticos de sociología y el dictamen era unívoco: gana la izquierda española. Pero llegó Maragall, que era un pijo ejerciendo de sociata y retó a los dioses: quería ser socialista español y nacionalista catalán a la misma vez (Manuel Ruiz de Lopera, obras completas).

Sea dijeron los dioses; y desde entonces los socialistas catalanes son cada vez más nacionalistas y cada vez menos socialistas perdiendo elecciones una tras otra hasta la derrota final. Como en el chiste de Gila: perderemos elecciones y eso (vienen a decirse/nos) hemos pasado de disputarle la hegemonía electoral al independentismo de derechas a convertirnos en la cuarta o quinta fuerza electoral. Pero que quede claro que a nacionalistas no nos gana nadie. Y se vuelven tan contentos a casa, tan derrotados y tan catalanistas bailarines felices tipo Iceta.

Si a todo esto le sumas el concurso zapaterista de a ver quién tiene el estatuto más grande combinado con la puta crisis, lo que ha salido es un gazpacho de nacionalistas/independentistas convencidos ad nauseam de que la culpa de que su paro, del paro del chaval y de la novia del chaval la tiene la puta España. Una consecuencia/disparate ideológico/práctica de tanto nacionalismo independentismo más a más es que un puñado de descerebrados se pida la conversión de la Sagrada Familia en un economato popular.  Cari, truchi, amore, vida mía. Tú sabes que soy ateo gracias a Dios y agnóstico hasta las trancas pero es que las polleces son polleces. Especialmente las sedicentemente de izquierdas.

Como pago en especie de su triunfo en las primarias en aquellos territorios donde el psocialismo está electoralmente a la deriva, especialmente en Cataluña, el sanchismo se ha inventado una nomenclatura para que el icetismo se sienta feliz y así llevamos unas horribles semanas que no sabemos si somos nación de naciones, naciones de nación, Estado de naciones plurinacionales, multinacionales, federales, confederales, autonómicos y/o territorios con derecho a decidir economatos en las iglesias y discotecas en las comisarías de policía.

La izquierda que yo estudiaba en los bares venía a ser la de los parias de la tierra, sin más fronteras que la igualdad embutida en la libertad. Uno entiende que haya independentistas, truchi, tesorillo, como hay narcotraficantes o patriotas Bárcenas o patriotas Pujol, la patria de los ladrones. Lo que no entiendo es a los socialistas/nacionalistas catalanes, perdiendo elecciones con tanto buen agrado y volviendo locos al resto de los territorios. ¿Sabes por qué ellos tienen a Trump y nosotros a los socialistas/nacionalistas catalanes con complejo de derecho a decidir? Porque ellos eligieron primero.