Si no fuera porque mi altocargo es la inspiración de todos (todos) mis sueños, no tendría mayor inconveniente en proclamar que a mí me pone Marchena, Manuel Jesús, un beattle de imposible tonsura, un sociata gourmet, un tío con dos cohones, por emplear una metáfora.

Vamos para diez años de alayismo/zoidismo y, en medio de este aterrorizado silencio, clama Marchena con su serena voz de trueno: Zoido el instigador, Alaya el brazo ejecutor. Y a una, que tiene un alma y alma cargada, se le vienen a las teclas todos los nombres que se ahogan en el pantano de las instrucciones interminables, una madre detenida delante de sus hijos, un modesto empresario tratado como un terrorista, cincuenta años de ética política tirados a la basura, un técnico ejemplar que tiene que hipotecarse para pagar a los abogados.

Lo más de Marchena es que no habla por persona interpuesta. El estuvo allí, en sus juzgados, rendido a sus plantas, ocho horas de interrogatorio delante de la señora, once veces la misma pregunta. Y lo que recuerda su férrea memoria de justiciado es que se sintió tratado como un delincuente y que las baterías mediáticas de la derecha extrema sevillana ya le habían condenado a cinco columnas.

Mientras la mayoría del socialismo ahora en desuso se escondía tras las barreras de la infamia, se refugiaba en los silencios cobardes, se indignaba en el salón de su casa con las coincidencia electorales de los autos de la señora, Marchena sacaba a la luz de Andalucía un suelto suicida para subrayar en negritas la parálisis de una administración con todos sus funcionarios y técnicos aterrorizada por el alayismo y sus fianzas multimillonarias. Tomad y comed…

Mientras la mayoría del susanismo ahora en desuso se aprovechaba del alayismo para hacerse gratis total la renovación orgánica, Manuel Jesús, creo que natural de Brenes, apuntaba a Zoido como la mano que mece la cuna. Si las causas se miden por sus consecuencias, ahí tenemos al juez en excedencia Zoido presumiendo de ministro del Interior y, en espeluznante contraste, a Rodrigo Torrijos absuelto nueve años después de una instrucción infernal, con la biografía destrozada para siempre jamás.

Cualquiera tarde noche de estas en El Embarcadero, a medias de güisqui y de agua con gas, habremos de convenir dos cosas verdaderamente verdaderas: que esta gran Sevilla de ahora que se mira al ombligo con regocijo le debe un mamazo a los doce años del dúo Monteseirín/Marchena. Y que Manuel Jesús es un terco y admirable héroe solitario al que convendría ir dándole su merecido ya.