Se cumplen ahora dos años de funcionamiento de los ayuntamientos y, en esta dinámica electoral nuestra, los partidos empiezan ya a pensar en las siguientes elecciones. Municipales y andaluzas. Dos años son mucho, pero a día de hoy lo que más llama la atención es que el Partido Socialista no termina de decidir si quiere dar batalla por el espacio de la derecha o por el de la izquierda. Mala cosa para ellos.

El espejismo de quitarle votos a derecha siendo tan conservadores como el partido popular es solo eso: un espejismo. Podía funcionar cuando no había alternativas a la izquierda: durante años el Partido Socialista en Andalucía estaba seguro de tener amarrados sus votos y se lanzó a las políticas de derecha en una estrategia de ‘atrápalo todo’. La irrupción de Podemos y las iniciativas municipalistas ha vuelto arriesgada esa estrategia. El régimen socialista andaluz, anclado en un sistema clientelar de ocupación de infinitos cargos públicos y administrativos, no ha sabido adaptarse a la nueva situación. El resultado ha sido el impresionante revolcón que ha sufrido la Presidenta Susana Díaz en las primarias de su partido. Se ha situado tan a la derecha ideológica que hasta sus afiliados se han asustado.

Tras las próximas elecciones andaluzas difícilmente se repetirá un Gobierno socialista. Si el PSOE de Andalucía sigue situándose en el ala más conservadora de su partido, Podemos y sus derivados lo tendrán fácil para quitarle el voto de una izquierda deseosa de ilusión renovada. Por su parte, la población más conservadora se ha demostrado que prefiere siempre votar al Partido Popular antes que a una imitación. Este análisis también lo hace sin duda la Presidenta de la Junta de Andalucía. Llama pues la atención que permita el escoramiento hacia la derecha de quien es su alcalde más representativo: el de la propia capital andaluza.

Juan Espadas, susanista declarado, tuvo desde el principio la cualidad de gobernar apoyándose en los dos espíritus de su partido. Se rodeó a un lado de un concejal progre y cultureta en el que descansa la representación de la modernidad y el progreso. Al otro, de un concejal rancio y cofradiero, encargado de lidiar con la parte más casposa de una ciudad en la que abunda tal complemento capilar. Sin embargo, a raíz de la victoria de Pedro Sánchez parecería que una ola de resentimiento hubiera llenado la alcaldía sevillana, que se está inclinando peligrosamente hacia su faceta más derechista.

Los concejales se han enfundado el chaqué. Han sacado a pasear los insultos más feroces contra quien se atreve a tomarse una copa de más al paso de una cofradía. Se han enganchado a la feria de abril, gastando el dinero público en exhibirse de fiesta, con una copa de manzanilla en la mano, junto a marqueses, famosos y señoritos. Se han olvidado de los barrios y de la gente. Incluso se han echado en los brazos de una policía municipal corrupta e intolerante que desde el principio desafió cualquier intento democratizador del nuevo gobierno. Lo último ha sido autorizar a esa policía a golpear brutalmente sin sentido ni motivo a los concejales de la izquierda y echarlos del mismísimo edificio del Ayuntamiento. Un incidente feo e inédito al que cuesta dar crédito. Un tiro en su propio pie que no se entiende.

La burguesía sevillana más rancia aplaude a los socialistas, feliz de que alguien se encargue como es debido de los perroflautas. Pero se engaña Espadas si cree que esos que le aplauden van a votar al PSOE. Se está alejando de su electorado, y lo va a pagar. Él y su Presidenta.

Errores de este tipo demuestran que el Partido Socialista no puede encabezar el cambio que necesita la vida municipal andaluza. Los ayuntamientos tienen que convertirse en la administración más cercana a la gente. Son los responsables de asegurar la participación y la corresponsabilidad de una sociedad cada día más crítica y activa. En los ayuntamientos está la solución a quienes quieren menos corrupción y más participación. Pero no será de la mano del PSOE.

Se confía, sin duda, porque las iniciativas municipalistas no han calado en nuestra tierra. El caso de Cádiz, donde el nuevo gobierno municipal ha traído aire fresco y cercanía, es sólo una isla, como en su época lo fue la Córdoba de Anguita. En el resto de ciudades andaluzas falta aún un tejido social responsable y capaz que pueda ofrecer una auténtica alternativa. Las iniciativas municipalistas de nuestras grandes ciudades están aún inmaduras y no terminan de ofrecer la alternativa ilusionante y abierta que exige la sociedad. Prueba de ello es la plataforma ciudadana de Sevilla, cercana a Podemos, que hace apenas dos meses permitió que se aprobaran los presupuestos del Gobierno municipal para el próximo año. Sin embargo, el panorama va a cambiar: en política ningún espacio queda nunca vacío, y los socialistas están abandonando a la izquierda y a su gente.

Si siguen así, intentando acercarse a lo más rancio de nuestra sociedad, las iniciativas municipalistas, a nada que se espabilen, terminarán por ofrecer alternativas ilusionantes para quienes quieren un cambio. Porque si eres de izquierdas y abandonas a la gente, pierdes las elecciones. Cuando la casa del pueblo se convierte en la casa del Alcalde, al final te desahucian.