La lectura de libros sobre la crisis socialista publicados antes de conocerse el desenlace de las primarias es sumamente instructiva: es como ver un partido en diferido pero relatado en directo por varios narradores cuyo desconocimiento del resultado final permite al espectador hacerse una idea cabal de la agudeza de sus análisis, opiniones y presagios.

El partido del que hablamos son las primarias socialistas del pasado 21 de mayo que ganó Pedro Sánchez y los narradores en directo del mismo son dos periodistas y un político –Jesús Maraña, Ainara Guezuraga y Josep Borrell– autores de tres libros publicados poco antes de ese día 21, pero cuya distribución futura en un único lote editorial tendría muchísimo atractivo para militantes socialistas interesados en conocer la verdad. Otra cosa es que sean muchos los militantes que deseen conocer la verdad.

El desenlace de las primarias ha visibilizado –no sin cierta crueldad– los defectos, errores y debilidades de Susana Díaz tanto como ha encubierto sigilosamente los de Pedro Sánchez. El hecho no es nuevo: la derrota favorece la irrupción de la verdad mientras que la victoria tiende a propiciar si no la mentira, sí la ocultación o el olvido.

Perfil bueno, perfil malo

Los tres libros objeto de este comentario cruzado son muy recomendables, aunque por razones muy diferentes. El libro de Borrell lo es porque despliega, con habilidad de abogado defensor y precisión de ingeniero aeronáutico, los hechos y argumentos favorables a Pedro Sánchez, rehuyendo siempre su ‘perfil malo’. Esta última expresión es malintencionada pero no ociosa pues está directamente extraída de esta confidencia contenida en el libro de Guezuraga: “Pedro Sánchez es consciente de que su imagen es su mejor patrimonio. El control llega a ser obsesivo, y para muestra este botón: el PSOE –relata la periodista de Antena 3– contrata a un cámara profesional para que grabe al secretario general en su periplo norteamericano. La primera orden que le dan, la más importante, es la de que tiene prohibido filmar al líder socialista por el perfil izquierdo, su ‘perfil malo’. El motivo es que tiene unas imperfecciones en la piel a la altura del pómulo”.

Honestamente parcial

Borrell no engaña a nadie y proclama ya desde el propio título cuál es su tesis y cuáles sus querencias: ‘Los idus de octubre’ es una obra honestamente parcial, que no es lo mismo que parcialmente honesta, alineada no tanto con las tesis siempre cambiantes de Pedro Sánchez como con lo que, más allá de su conducta y sus promesas, el líder socialista representa: “También los conspiradores contra César –escribe el autor en la página 137– necesitaron justificarse con nobles razones patrióticas en aquellos idus de marzo que precipitaron a la Roma imperial a interminables guerras civiles”.

Confiesa el exministro de Felipe González que no habría escrito el libro sin la indignación que le produjeron las palabras del dirigente susanista Miguel Ángel Heredia en un encuentro con Juventudes Socialistas donde, creyendo no ser grabado, atribuyó a Sánchez un diabólico plan para ser presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos y de los independentistas catalanes.

Google no engaña pero despista

Está justificada la indignación de Borrell: de hecho, al difundir aquel relato fantástico el dirigente malagueño se infligió a sí mismo una profunda herida que tardará mucho tiempo en cicatrizar. No está, en cambio, tan justificado el peso desmesurado que el autor otorga a la ‘hipótesis Frankenstein’ en el desarrollo de la crisis socialista que desembocó en la caída de Pedro/César Sánchez.

Es más: Borrell sugiere a sus lectores que “si se asoman a la red y teclean en Google ‘Sánchez conspiración independentista’, se quedarán pasmados de la profusión de declaraciones y noticias al respecto”. Pues bien: este cronista ha hecho esa operación y las declaraciones, en efecto, son bastantes, pero las noticias muy pocas, y de entre éstas las solventes aunque erradas –como la firmada por el periodista de La Vanguardia Enric Juliana– son excepción más que regla.

Certero diagnóstico

En todo caso, el exsecretario socialista clava el diagnóstico cuando reprocha a Susana Díaz haber defendido que los escaños del PSOE no alcanzaban para formar Gobierno pero tampoco debían servir para dárselo al PP vía abstención. La presidenta andaluza pensaba desde el principio que la mejor opción era abstenerse pero no tuvo la inteligencia o el coraje de defenderla. Lo que le falta a ese certero diagnostico es mencionar que el propio Pedro Sánchez también fue durante las semanas posteriores al 26J favorable a la abstención pero se abstuvo de proponerla al partido. ¿Sus razones? Están explicadas… en los otros dos libros.

En cualquier caso, la lectura del breve volumen de Borrell es altamente recomendable. Solo hay que tomar esta precaución: debe leerse antes que los de Maraña y Guezuraga, nunca después pues soportaría mal una lectura a posteriori.

Laberinto de pasiones

Por su parte, el libro de Ainara Guezuraga ‘El PSOE en el laberinto’ ha despertado pasiones entre el susanismo, tantas como reproches en el sanchismo. No puede decirse de él que sea una alabanza de Susana, pero sí es una prueba de cargo, y no pequeña, contra Pedro Sánchez. El retrato del ganador de las primarias que se desprende de las páginas de Guzuraga es demoledor. Más que el PSOE, es él, en realidad, el verdadero y casi único protagonista del libro, que habría ganado mucho si la autora hubiera prescindido de ciertos adjetivos que dejan entrever –innecesariamente para el buen fin del relato– un plumero que bien podría haberse guardado para sí misma.

‘El PSOE en el laberinto’ es una crónica lo suficientemente sólida, documentada y bien escrita como para no necesitar que se incluyeran en ella juicios de la autora como este: “Hay un Pedro Sánchez furibundo escondido tras la máscara de la sonrisa”.

Espejito, espejito…

Tiene mucha más eficacia narrativa que conclusiones de ese tipo las extraiga el propio lector, al que no le habría costado mucho sacarlas por su cuenta tras leer algunas de las confidencias que Guezuraga vierte en su libro.

He aquí algunas:

Eduardo Madina sobre Pedro: “El candidato ese que está todo el día mirándose al espejo”. A una de sus primeras novias: “Yo seré presidente del Gobierno”. Tras su visita a los Reyes: “Le impacta que doña Letizia le haya hablado de su mujer, Begoña, y de sus hijas, Ainhoa y Carlota, y que conozca sus nombres y la edad de las niñas, similar a la de las infantas”. Atribuido a Susana Díaz: “Pedro Sánchez no es mal político, lo que es es mala persona”. Sánchez sobre su futuro: “Una de las cosas que sí quiero hacer es abrir La Moncloa. Tú vas a la Casa Blanca, por ejemplo, y en la Casa Blanca la gente pasea por dentro, hay visitas guiadas”. La autora: “Sus colaboradores saben que la única forma de permanecer a su lado es dorarle la píldora”.

Una crónica bien trabada

Si para conocer en detalle el punto de vista del sanchismo más inteligente hay que leer el libro de Josep Borrell y para aproximarse al escalofriante perfil psicopolítico de Pedro Sánchez hay que leer el libro de Ainara Guezuraga, para tener la visión más global y mejor trabada de la crisis socialista hay que leer el libro del director editorial de Infolibre Jesús Maraña, ‘Al fondo a la izquierda’.

En ese imaginario ‘pack’ editorial que nunca verá la luz en las librerías, el de Maraña debería leerse el último porque en buena medida completa, matiza, documenta, contextualiza y redondea los otros dos libros, sobre todo el de Borrell. Aunque se exceda en el tratamiento de algunas hipótesis y ocasionalmente haya abusado de la confianza de algún interlocutor, es un trabajo periodístico de primer orden.

Contra los adjetivos

Entre los méritos de ‘Al fondo a la izquierda’ destaca el de ser un libro que prescinde de los adjetivos: estos solo llegan una vez acabada su lectura. La imagen que sus páginas proyectan del líder socialista es inquietante, pero inquietante de una forma que no es o al menos no parece ser deliberada: la impresión que se tiene al acabarlo es que si los militantes socialistas que votaron el día 21 lo hubieran leído sosegadamente antes de acudir a las urnas, Pedro habría tenido bastantes menos votos de los que tuvo, aunque no necesariamente esos votos perdidos habrían ido ni mucho menos a parar a Susana o a Patxi.

Al contrario que el de Guezuraga, el libro de Maraña contiene pocas referencias personales sobre Sánchez. No hacen falta: el relato pormenorizado de los cambios de criterio, las promesas incumplidas, los bandazos ideológicos, los cambiantes referentes internacionales, el ambiguo perfil de ciertos apoyos, las mentiras descaradas o las dificultades para atribuirle “un relato coherente” dibujan un Pedro Sánchez al que solo lo salva lo malamente que lo mataron sus adversarios.

Hablar por hablar

Aunque son numerosas las ocasiones en que el autor evidencia el desahogo con que Sánchez incumple su palabra, la primera y quizá más trascendente por las consecuencias que habría de tener fue la referente al compromiso con los barones, previo a las primarias de 2014, de no postularse como candidato a la Presidencia del Gobierno. Era la condición inexcusable que ponía Tomás Gómez para prestarle el apoyo que con tanta insistencia le pedía Susana Díaz. Gómez fue, por cierto, el único de los barones en advertir de las severas contraindicaciones de Sánchez para liderar el partido.

Tras ser ratificado como secretario general en el Congreso Federal de julio de 2014, el 13 de septiembre se celebra Comité Federal: “Lo que nadie espera –escribe el autor– es que Sánchez aproveche el momento (sin consulta previa) para anunciar que optará en primarias a la candidatura a presidente del Gobierno, recordando que es ‘el primer líder elegido por sufragio directo de la militancia’ (…) El mensaje va destinado muy especialmente a los oídos de Susana Díaz, Tomás Gómez, Ximo Puig (…) aunque no existiera un acta con fecha y firmas, el compromiso [para apoyarlo] se refería exclusivamente a la secretaría general (…) Susana Díaz se considera traicionada”.

La confianza quebrada

Ahí empieza a romperse todo. Ahí empieza a romperse algo que había empezado mal, pues en el ánimo de Díaz y de todos los demás estaba utilizar a Sánchez como regente provisional y con poderes vicarios hasta que llegara el momento de sentar en Ferraz a la persona idónea. Sánchez, como tantos en su caso, pensó que la persona idónea era él y ahí empezó todo.

Poco después de su proclamación, Sánchez creará un Gobierno en la sombra a su medida. “Distintas voces del partido –escribe Maraña– sitúan en ese momento un giro importante en Pedro, de fondo y de forma, que le lleva a quebrar la confianza generada en el trabajo de la Ejecutiva y a abordar una línea muy distinta, especialmente en políticas económicas”.

Banderas y matices

El hecho de que su primer fichaje para ese Gobierno en la sombra fuera Jordi Sevilla, ejecutivo de élite de Pricewaterhouse y situado en el ala más liberal de la socialdemocracia, no habría de ser obstáculo para que apenas un año y medio después Sánchez se envolviera en la bandera del ala izquierda del partido y miles de militantes dieran por buena su recién estrenada fe.

Eran los tiempos, recuerda el periodista, en que “el mantra” de Ferraz era “desde la izquierda tenemos que ganar el centro”. Este es el juicio que le merece a Maraña el cambio de rumbo de Sánchez: “Pasar de la crítica del artículo 135 de la Constitución a la defensa a ultranza de la estabilidad presupuestaria o de la exigencia de derogar la reforma laboral a proponer cambios parciales de esta… no son simples matices programáticos”.

Alguien miente

También queda retratado el líder socialista –esta vez personalmente, más que políticamente– en otro de los epígrafes del libro, cuando se relatan las conversaciones mantenidas entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para la investidura del primero. El autor habla con ambos para conocer el contenido de su encuentro, pero las versiones que obtiene son diametralmente opuestas.

Le cuenta Pedro a Maraña: “Le he explicado a Pablo que lo que yo intento es avanzar en las conversaciones para que finalmente se abstenga Ciudadanos”. El autor llama a Pablo. ¿Eso es así? “Para nada. Eso es absolutamente falso. Vamos, es que ni lo ha insinuado”.

Maraña tiene la benevolencia de titular el epígrafe ‘Alguien miente, Pedro o Pablo’, pero lo que piensa al respecto queda bastante claro cuando a renglón seguido de resumir la conversación con los dos, escribe: “Colaboradores directos de ambos me aseguran desconocer que el plan consista en la abstención final de Ciudadanos”. Verde y con asas.

Hay que abstenerse. O no

No menos revelador de la habilidad de Sánchez para jugar con dos barajas y hacer creer a todo el mundo lo contrario, es su actitud sobre la abstención para permitir que gobernara el PP, de cuyo rechazo hizo el líder socialista su gran bandera para ganar las primarias y asfixiar con ella a Díaz.

Estamos en julio de 2016. El PP ha vuelto a ganar y las opciones socialistas de formar gobierno son remotas. Escribe Maraña: “Que Pedro Sánchez está en esos momentos inclinado hacia la abstención lo confirma el hecho de que esa misma semana encarga a Jordi Sevilla y a José Enrique Serrano que redacten un ‘papel breve’ que defina las condiciones para una ‘eventual negociación con el PP’. Lo cuenta Sevilla en su libro”.

Hablando con Begoña

Pues bien, esos días Sánchez se va de vacaciones a Mojácar con su mujer y vuelve a mediados de agosto con una opinión completamente distinta: “Dice a varios miembros de su núcleo más cercano que ha hablado mucho con Begoña 'y también con militantes', que ha dado muchas vueltas a la situación y cada día tiene más dudas de la conveniencia de dejar gobernar a Rajoy".

Más tarde, confesará los verdaderos motivos para desentenderse de una abstención que, a esas alturas del partido, la grada socialista reprobaba con todas sus fuerzas: “Lo que quieren Susana y compañía es que yo me coma el marrón de la abstención y después liquidarme”. Y no le faltaba razón. De hecho, quien al final se comió ese marrón no fue precisamente él. Genio y figura.

El debate que nunca existió

Aunque puede que el autor se exceda al evaluar el papel que tuvo el grupo Prisa en la batalla –el papel que, a la vista del desenlace del partido, efectivamente tuvo; no el que quiso tener– y aunque otorgue a la hipótesis de la Gran Coalición una verosimilitud que la militancia y la nomenclatura socialista nunca le otorgaron realmente, el verdadero meollo de la ‘guerra civil’ socialista tal vez sea este, que Maraña resume muy bien en la página 278: “En lugar de afrontar un debate a fondo sobre los argumentos a favor de la abstención de Rajoy y sus posibles consecuencias o de la negociación con Podemos y el cálculo de sus efectos, lo que hacen el pedrismo y el susanismo es maniatarse mutuamente. Falso nudo puesto que no es posible mantener a la vez el no al PP, un no a Podemos con apoyo o permiso independentista y un no a repetición de elecciones”.

¿Dónde está la izquierda?

Vayamos concluyendo. Aunque la narración periodística está centrada en Sánchez mucho más que en Díaz o en Podemos, no deja de ser paradójico, y tal vez esclarecedor de los extraños tiempos que nos ha tocado sufrir, que el tipo más nítidamente de izquierdas que aparece en todo el relato sea, adivina adivinanza… ¡¡¡César Alierta!!!

No es broma: en la página 365, Maraña relata una jugosa conversación con el presidente de Telefónica en la cual éste le expone su ‘programa’: “Se lo dije a Felipe y a Rajoy, tenéis que subir el salario mínimo un 20 por ciento, poner una renta básica a los hogares sin ningún ingreso, los números salen, se los mandé a Rajoy. Ni puñetero caso… que a quienes más ganamos se nos grave hasta con un 65 por ciento en la renta personal. Insisto, crecimiento y solidaridad”. Las primarias tendría que haberlas ganado él.