Cuando la ética no logra operar en política, bueno es que al menos lo haga la aritmética. Federico Trillo ya es un cadáver político. En concreto, lo es desde ayer por la tarde, cuando por sorpresa anunciaba su dimisión como embajador en Londres para mostrar así su cólera contra Mariano Rajoy por haber permitido que la ministra de Defensa María Dolores de Cospedal diera por bueno el relato unánime del Consejo de Estado según el cual, en el accidente del Yak 42, hubo responsabilidades políticas del Ministerio de Defensa siendo él su titular.

Bien. Aunque tarde, Trillo ya está inhabilitado políticamente. Ya nunca más lo nombrarán nada y ya nunca más querrá diseñar –cobrando, por supuesto– las estrategias judiciales de su partido, ya fuera para defenderse de acusaciones de corrupción, ya para perseguir a los jueces que lo acusaran de corrupto.

Las razones de la caída

Nos gusta hacernos la ilusión de que al piadoso embajador lo ha matado la noble presión de las familias de los muertos del Yak 42 combinada con el informe del Consejo de Estado, pero lo cierto es que Trillo muere a manos de la aritmética parlamentaria, no a manos de la ética política. Rajoy lo ha dejado caer porque, estando en minoría en el Congreso, no hacerlo le habría creado un problema político serio.

Ni la información ni las conclusiones del informe del Consejo de Estado son estrictamente novedosas: a fin de cuentas, lo que viene a decir que es Trillo es responsable político de lo sucedido, pero eso ya lo sabíamos. Lo sabía incluso el presidente del Gobierno cuando en 2012 lo nombró embajador en Londres, pero entonces Rajoy tenía mayoría absoluta y nombrarlo no le suponía problema político alguno. Si en 2012 la composición aritmética del Congreso hubiera sido la que es ahora, Trillo jamás habría sido embajador. Ni en Londres ni en ningún sitio.

Morir, dormir, tal vez soñar

A Mariano Rajoy, el dolor de las familias no le quitaba el sueño en 2012 ni tampoco se lo quita ahora. Lo que realmente le quita el sueño es que tiene solo 137 diputados y, por tanto, puede ser derrotado en cualquier momento en el Congreso. Desde luego, si hubiera mantenido a Trillo, en Londres o en cualquier otro sitio, la oposición habría obligado al presidente a rectificar. No ha sido necesario: Rajoy ha sido más rápido. Ha rectificado simulando que no lo hacía, es decir, vendiendo el relato de que a Trillo ya le tocaba de oficio el relevo.

Lo único que tal vez no estaba en el guión de Rajoy es que, a su vez, Trillo fuera más rápido que el presidente, y lo ha sido presentando la dimisión antes de que le llegara su hora. 'No me echáis, me voy yo'. Trillo desencadenado. Cuidado con él.

Pascal decía que los hombres se dividen en dos grupos: los santos que se creen pecadores y los pecadores que se creen santos. Obviamente, Trillo es de estos últimos. Por eso no pidió perdón a las familias. Por eso nunca quiso dimitir. Por eso nunca sintió culpa alguna. Tal vez ahora, tras su caída, empiece a tener una opinión distinta sobre sí mismo, en cuyo caso estaríamos ante un milagro. El milagro de la aritmética.