Nadie sabe si ganará, pero nadie duda de que se presentará. 2017 puede ser el gran año de Susana Díaz si logra cumplir su sueño, todavía no explicitado oficialmente, de concurrir a las primarias de su partido para decidir quién ocupa la Secretaría General vacante desde la dimisión en octubre de Pedro Sánchez. De momento, es la única ‘candidata’, aunque es un término que conviene entrecomillar puesto que ella aún no se ha postulado de forma oficial, si bien tampoco lo ha hecho Sánchez, cuyo nombre va perdiendo fuerza a medida que pasan las semanas desde su dramática caída.

Alguien que la conoce bien resumía así sus impresiones sobre la virtual candidatura de Díaz: “Tiene una extraordinaria determinación, no la para nadie. Apunta esto: no la para nadie. Transmite una fuerza de cojones, y el convencimiento de que el PSOE va a salir adelante”.

Pero esa misma determinación para el liderazgo tiene su lado negativo: la intensidad de los sentimientos negativos que suscita en determinados ámbitos orgánicos. Otra cosa es conocer con precisión cuál es el alcance real y traducido en votos de esos sentimientos, que afloran mucho en la franja más izquierdista del partido, en las redes sociales o en la izquierda más radical. “Los odios que levanta recuerdan a los que suscitaba Felipe en los 80”, recuerda el mismo interlocutor.

Una escena en la jungla

Una secuencia cinematográfica podría resumir bien ese perfil ambivalente de Díaz. En cierto momento de la película La jungla de cristal aparece en escena un terrorista cabreadísimo y dando patadas a todo lo que se le pone por delante. Acaba de tener un desafortunado encuentro con el policía protagonista, John McClane, en quien residen las esperanzas de liberación las víctimas. La esposa de John McClane, al ver la colérica actitud del malo, mantiene esta breve conversación con otra de las rehenes del edificio secuestrado por los terroristas:

-Sigue vivo.

-¿Cómo lo sabes?

-Sólo John es capaz de cabrear así a alguien.

A muchos militantes de Podemos y a no pocos militantes del PSOE les ocurre con Susana Díaz lo que al terrorista de La jungla de cristal con McClane: solo ella parece capaz de cabrearlos así. Díaz suscita unos rencores desproporcionados, odios que van más allá de los muchos pecados que la presidenta andaluza haya podido cometer. Y es seguro que tanto quien ejerce el poder como quien aspira a ejercerlo comete graves pecados.

Díaz y los otros

En el caso de los seguidores de Podemos, la enconada antipatía está sobradamente justificada: primero porque el PSOE de Díaz frenó en Andalucía las aspiraciones del partido morado, que en las elecciones de 2015 quedó muy por debajo de sus expectativas; y segundo porque Díaz es enemiga de que el PSOE busque alianzas con Podemos para gobernar España… al menos hasta dirimir la trascendental querella de cuál de los dos es el partido hegemónico de la izquierda, pues no es lo mismo pactar desde un lugar que desde otro.

A Podemos le gusta pensar que en esta batalla de la izquierda Susana Díaz es la mala y ellos los buenos, pero seguramente anden ambos a la par: no en vano la dirección morada rechazó en marzo pasado hacer presidente del Gobierno a Pedro Sánchez calculando precisamente que, si había nuevas elecciones, como en efecto las hubo, ellos ocuparían la primera plaza en las preferencias del votante de izquierdas. No fue así, pero eso no significa que no hubiera buenos motivos para pensar que podía serlo.

Díaz y los suyos

Pero las antipatías de Podemos preocupan poco a Díaz. Puede incluso que hasta las busque. Las que de verdad le preocupan son las de los militantes socialistas contrarios a la abstención del partido en la investidura de Rajoy y muy críticos con el modo en que Pedro Sánchez fue defenestrado de Ferraz. Sánchez perdió la batalla interna con Díaz y los demás barones, pero logró una victoria colateral muy importante: trasladar la imagen de que él era el ala izquierda del partido y Díaz el ala derecha, de que él jugó limpio y ella no, de que él comprendía y respetaba la España plural y Díaz estaba anclada en una España monolítica, que a él lo perseguía el IBEX 35 y a Díaz la amparaba…

Ese baldón de ‘intrigante y derechista’ sigue pesando sobre Susana Díaz, y no solo entre los militantes socialistas, sino también entre muchos votantes y entre importantes analistas políticos muy escuchados por la parroquia filosocialista.

En el entorno de la presidenta andaluza piensan que “desde Madrid, pero también desde Barcelona le han hecho un traje a medida, la han vestido de conservadora, de anticatalana, de ‘killer’ orgánica, de amiga del poder económico… y mucha gente se ha creído que ese traje se ajusta a la realidad, aunque no sea así”. Quien habla es una persona del entorno de la presidenta en San Telmo, convencida de que “gente del PSC ha contribuido, y mucho, a trazar esa imagen pública de ella, aunque más de uno está ahora arrepentido de ello”. ¿Entre esos ‘más de uno’ está Miquel Iceta? Aun tratándose de una conversación ‘off the record’, el interlocutor guarda silencio: un silencio, por lo demás, no muy difícil de interpretar. En todo caso, la militancia del PSC es el principal ‘roto’ del traje socialista que la líder andaluza está intentando coser.

Sondeos adversos

Pero las encuestas están ahí y son en general desfavorables a Díaz entre los votantes socialistas, ¿no? “Bueno, no todas, La Sexta no es precisamente de los nuestros y situaba a Susana como la preferida para liderar el partido”. Pero ni en San Telmo ni en San Vicente, sedes de la Presidencia de la Junta y del PSOE andaluz, las tienen todas consigo. El futuro es una incógnita. En unas primarias donde votaran las bases, Susana podría ganar, es cierto, pero no arrasar. Ni, sobre todo, impedir que el partido saliera aún más dividido de lo que ya lo está, que es justo lo que más preocupa a la presidenta andaluza.

Pero a Susana Díaz no le inquieta únicamente cómo salga el partido de esta contienda a nivel federal, sino cómo quede la situación del mismo en Andalucía. Su preferencia es compaginar Ferraz y San Telmo, pero pocos creen que ello pudiera ser viable durante mucho tiempo. Unos pocos meses, tal vez; toda la legislatura hasta la convocatoria de elecciones generales sería bastante complicado.

La hora de las quinielas

Por lo demás, encontrar un sustituto de consenso, tanto en el partido como en la Presidencia, no es nada fácil: casi todas las experiencias al respecto han sido amargas.

Se han puesto distintos nombres encima de la mesa, pero más por parte de los periodistas políticos, muy aficionados a las quinielas, que por los dirigentes del PSOE: Manuel Jiménez Barrios, María Jesús Montero, Francisco Reyes, Felipe López, Juan Espadas, Juan Cornejo, Francisco Javier Fernández, Verónica Pérez, Mario Jiménez… aunque ninguno de ellos suscita consensos unánimes ni entre la nomenclatura socialista ni entre la militancia, que tendría, por cierto, mucho que decir al respecto.

Sobre esa virtual compaginación tendrá que decir mucho la oposición. De hecho, ya lo está diciendo: PP, Podemos e Izquierda Unida coinciden en atacar a Díaz por el flanco de sus ambiciones orgánicas, reprochándole que esté dejando en segundos términos sus responsabilidades institucionales. En caso de cumplirse los deseos de la presidenta de dirigir el partido, esos reproches se multiplicarían exponencialmente.