Estamos a quince días de agotar el plazo de dos meses de investidura y si llegamos al 1 de noviembre en la situación actual las elecciones en periodo navideño estarán aseguradas. Pero ¿hay alternativas a la convocatoria electoral? ¿Y qué supondría ir a unas  terceras elecciones en el plazo de un año con un gobierno en funciones durante todo este tiempo? ¿Y qué es lo que a los ciudadanos les interesa? Pero recapitulemos antes de contestar a estas preguntas.

Rajoy obtuvo 170 apoyos en su fallida investidura, muy cerca de la mayoría absoluta, pero sin llegar a los 176 votos, y sobre todo obtuvo 180 votos negativos, que venían a sancionar  la inmovilidad del candidato y su ceguera ante las consecuencias de su política. Y esto sucedió después de unas segundas elecciones en seis meses y de que Podemos hubiera arruinado, con una tremenda irresponsabilidad, la posibilidad de un gobierno, producto del acuerdo PSOE/Ciudadanos,  alternativo al del PP. Con su decisión el partido de Iglesias apostaba por unas nuevas elecciones en las que aspiraba a convertirse en el primer partido de la oposición mediante la absorción de Izquierda Unida en sus listas electorales y con ello poder decir que eran  la alternativa al PP. Pero el resultado electoral  de junio reforzó en  votos y escaños al PP (lo que predecían todas las encuestas) , y además, Podemos e Izquierda Unida perdieron más de un millón de votos. También el PSOE y Ciudadanos perdieron votos y escaños. El resultado en definitiva hacía perder al acuerdo PSOE/Ciudadanos su mayoría relativa sobre el PP y situaba a este al borde la mayoría absoluta con el apoyo de Ciudadanos.

La verdadera alternativa

Por tanto y ante la imposibilidad de un Gobierno, liderado por el PSOE, la alternativa que se plantea es la de dejar que gobierne Rajoy en minoría o terceras elecciones. De esta forma, en el primer caso, se podría articular en base a un acuerdo del Partido Socialista con otros partidos  la modificación de una serie de leyes de contenido social, laboral, educativo, sanitario,  y también  en la financiación autonómica, que el PP aprobó apoyándose en la mayoría absoluta que obtuvo en 2011, y que han socavado el Estado de  Bienestar y han perjudicado el nivel y la calidad de vida de los ciudadanos. El contenido de los acuerdos firmados en febrero entre el PSOE y Ciudadanos, podría ser indiciario  de acuerdos concretos que se podrían alcanzar entre los distintos Grupos Parlamentarios  y, además,  se podría empezar a controlar en el Parlamento a un Gobierno que  lleva diez meses descontrolado.

La otra alternativa  es la convocatoria electoral que nos llevaría, según predicen todas los estudios sociológicos, a un resultado en el que el Partido Popular aumentaría el numero de sus escaños situándose más cerca de la mayoría absoluta y llegando a ella si reeditara el acuerdo con Ciudadanos. Por tanto, en diciembre nos encontraríamos con una investidura de Rajoy respaldada por una mayoría absoluta de escaños en el Congreso de los Diputados, amén de la que ya ostenta en el Senado. En definitiva, un  futuro  desastre que seria similar al vivido en la legislatura de mayoría de Rajoy que terminó en diciembre. Sería volver a comenzar un año después donde lo dejamos cuatro años antes.

Pero que el PP gobierne en minoría ahora o con mayoría absoluta en diciembre depende del Partido Socialista y de lo que decida su Comité Federal, el máximo órgano entre Congresos y único competente para tomar esa decisión, no correspondiéndole la misma a la Comisión Gestora , como ha reconocido su propio Presidente. Y en el PSOE se han manifestado opiniones en ambos sentidos.

Las dos opciones

Están los que piensan que el PSOE debe permitir un gobierno del PP, aunque sin ningún apoyo, ni en la investidura ni en la gobernabilidad posterior, salvo en los asuntos de Estado (en los que por cierto el PP nunca apoyó a los gobiernos socialistas y siempre procuró socavar al PSOE). Pero entre el PSOE y el PP no solo hay diferencias ideológicas y de programa, sino también de comportamiento ético-moral y de responsabilidad.

Y están los que piensan que antes de permitir un Gobierno del PP habría que ir a unas terceras elecciones y que esa decisión no la debe tomar el Comité Federal sino que debería someterse a consulta  de los militantes. Argumentan para ello que ya se hizo una  para refrendar el acuerdo con Ciudadanos. También plantean la necesidad de celebrar un Congreso urgente antes de esas elecciones.

Pero las situaciones son muy diferentes. En primer lugar el acuerdo programático implicaba una renuncia, lógica por otro lado, a parte del  programa con el que el PSOE había concurrido a las elecciones y , sobre todo, porque  Sánchez no se sentía seguro como Secretario General  y decidió refrendar el acuerdo, con el partido de Rivera,  directamente por la militancia del Partido, para de esa forma reafirmarse personalmente.  Aquí se cometió un error por la Ejecutiva Federal así como por el Comité Federal, por cuanto que tenían que haber asumido su responsabilidad y rendir cuenta ambos al Congreso cuando este se celebrase.  Porque los órganos de dirección de los partidos están para asumir sus responsabilidades y no ponerse de perfil  ante las decisiones difíciles. En ultima instancia, de adoptar esa decisión, la consulta  se tendría que haber realizado entre los votantes socialistas, ya que eran estos los que habían dado su apoyo al programa electoral. Por otra parte los Congresos necesitan un periodo de debate y preparación que son incompatibles con la dedicación que cualquier partido (excepto los monolíticos) tiene que destinar a una campaña electoral. No está de más el recordar que el Congreso ordinario del PSOE  se debería haber celebrado en enero, pero que el propio Comité Federal en su reunión del 2 de abril acordó (por consenso) el “aplazamiento hasta la formación del Gobierno  en España”.

Propuesta sorpresa

La propuesta sorpresa de Sánchez de celebrar el Congreso en diciembre, lo que se proponía era impedir un debate en el Comité Federal del Partido Socialista y en el Grupo Parlamentario, al objeto de evitar una resolución sobre la necesidad de evitar las terceras elecciones, ya que según  un acuerdo del propio Comité  Federal de diciembre “las nuevas elecciones deben ser la ultima opción, porque supondrían un fracaso colectivo”. Y si eso se decía de las segundas, es evidente que las terceras deberían evitarse, si ello fuera  posible.

Y, ¿era posible evitar las terceras?. En los días inmediatamente posteriores al Comité Federal  (y su bochornoso espectáculo) parecía imposible  porque los portavoces del PP exigían al PSOE una rendición incondicional, cuya bandera blanca incluía el apoyo a las políticas de PP. Sin embargo , la posterior rectificación de Rajoy afirmando que no ponía ninguna condición al Partido Socialista si este no impedía su investidura (“magnánima generosidad” por su parte, habida cuenta que lo que tenía que haber hecho desde el 26 de Junio era realizar propuestas concretas de rectificación de sus políticas, para ganar las abstenciones necesarias), abría la puerta a la posibilidad de evitar una nueva jornada electoral en los días prenavideños.

Por tanto nos hemos encontrado con la paradoja de que aquellos que no querían que el Comité Federal (órgano competente) decidiera, son los que ahora hablan de la imperiosa necesidad de hacer una consulta a los militantes del partido para decidir la posición política del mismo; de que algunos de aquellos que decían en abril que había que subordinar el calendario del Congreso del partido a la solución de los problemas de formación del gobierno de España, ahora dicen que hay que cambiar el orden de las prioridades y por tanto proceder a la celebración del Congreso y  de unas primarias express, que en la practica impidan la ausencia de competición. Lo que se esconde detrás de ese cambio de posición es el intento de modificar en la practica un modelo de partido fundado en la democracia representativa y en la participación directa de los militantes (y en su caso simpatizantes) para la elección del Secretarios Generales Federal y/o de Comunidad Autónoma ( y en su caso para los candidatos a Presidente del Gobierno de la Nación y de las Comunidades), por un modelo cesarista en la que el líder se relaciona y se dirige directamente a las “bases” del partido, pidiendo el refrendo de sus decisiones e ignorando toda la estructura del mismo (que a su vez ha sido elegida por los militantes) y cuya función es precisamente la de controlar a la Comisión Ejecutiva. Se  intenta producir por tanto un choque de legitimidades, que permite además al líder la posibilidad de interpretar unilateralmente los resultados de la consulta.

Ideología y estrategia

Y  además, se adjudica a los que quieren evitar unas terceras elecciones el calificativo de “subordinados” o “sumisos” al PP , como si el no impedir la investidura de Rajoy, después de 10 meses de Gobierno en funciones y dos consultas electorales, supusiera un apoyo a las políticas del Partido Popular. Mientras que los partidarios de un Gobierno alternativo (cuya suma no se encuentra salvo que en la misma entren los independentistas, y en este caso sería un gobierno sometido permanentemente al chantaje político de soberanistas y populistas) y/o en su caso de nuevas elecciones, serian los auténticos socialistas. Y nada mas lejos de la realidad: porque el debate aquí no va de cuestiones ideológicas, sino de estrategia para poder darle la mejor respuesta a los problemas de los españoles. Y  las respuestas a esos problemas se defienden mejor con un Gobierno del  PP en minoría AHORA, que con un Gobierno del PP con mayoría absoluta en DICIEMBRE.

El Comité Federal tendrá que decidir si quiere nuevas elecciones pensando en qué es lo mejor para el ciudadano de a pie. Y si el modelo de partido actual, respecto a las tomas de decisiones, debe seguir en vigor. Y ambas resoluciones debería tomarlas pensando en qué es lo mejor para el ciudadano de a pie que ha padecido la política del PP con consecuencias importantes para el quebranto del Estado de Bienestar y también en cómo debe haber una correlación entre el modelo de sociedad y el de partido.