El test de Bechdel os debería sonar en vuestra carpeta mental de cine. Es algo así como la regla más sencilla para determinar si la representación femenina es la adecuada en una película. Es fácil de aplicar pues son solo tres reglas:
1. Aparecen al menos dos personajes femeninos; 2. Estos personajes hablan entre sí; 3. Hablan de algo que no sea otro hombre.
Aunque parezca mentira, cumplir estas tres reglas sin que se trate de una excepción no es lo habitual. De hecho, en muchas ocasiones para este test ni se pide que estos personajes tengan nombre propio porque entonces no lo pasaría nadie. El test de Bedchel es el ABC de las cuestiones de género en el cine. Pero grandes películas de nuestra filmografía no lo superan, como 'El Padrino' o 'Star Wars'. Aparentemente, la otra mitad del género humano no interactúa entre sí o no aparecen o no hablan de algo que no sea hombres en la ficción. Y eso es lo que comemos y bebemos cada día. Con un poco de autocrítica, tengo que decir que me he dado cuenta de la dificultad de pasar el test a raíz de un pequeño documental que he hecho. Aparecen dos mujeres hablando, pero no entre ellas y tampoco con nombre. En cambio, el protagonismo se lo he cedido sin planteármelo a los hombres, mientras trabajaba en un ambiente sin distinción de género. Entonces, mirando mi pieza con una cierta decepción por haberme saltado tan fácilmente mis principios, me he preguntado por qué había sido tan fácil contar una historia universal a través de los hombres, a pesar de ser mujer. Mi conclusión es que el test de Bedchel no es suficiente ni aunque se supere. Que lo haga no implica que las historias que se cuentan realmente tengan alguna perspectiva de género. No vemos ni nos cuentan historias de mujeres. Cuando lo hacen, las historias de las mujeres es sobre su propia condición de ser mujeres: la maternidad, la feminidad, la violencia. Todo sobre cómo vive una mujer como mujer, como si fuera un ser a parte que no tuviera trabajo, que no pudiera salvar al mundo, que no pudiera tener una historia increíble sin que un gran letrero de neón con la palabra mujer quedara suspendido sobre su cabeza durante toda la película. Cuando se anunció que el nuevo Doctor de 'Doctor Who' seria mujer muchos se llevaron las manos a la cabeza. Lo mismo con el remake de 'Cazafantasmas'. Tratándose, la primera de una criatura que cambia de forma de tanto en tanto; y la segunda, una historia de aventuras contra fantasmas, es ridículo pensar que sus personajes femeninos no harán justicia a la historia. A no ser que pensemos que realmente somos dos entes distintos, hombres y mujeres, y que nosotras estamos encapsuladas en nuestra propia condición de género, que nos invadila para tener una historia que contar. Así que volviendo a la autocrítica, creo que tengo que dar voz a las mujeres. No porque crea que ellas tienen que contarme qué es ser mujer, sino porque creo que tienen el derecho de tener su propia historia sin que ser mujer importe. Ya es revolucionario tener la osadía de querer dirigir (no me llaméis directora, que me da un soponcio) porque mis historias siempre se infravaloran bajo adjetivos como 'sentimentalista', 'demasiado femenina', 'demasiado poco femenina como para ser mujer', 'de marimandona'... esas cosas que sentimos las mujeres y que son malas porque las sienten las mujeres; pues ya que me pongo, puedo empezar por creerme que las mujeres también tienen grandes historias y, a partir de ahí, hacerlas. Imagen en CC en Pixabay