Se dijo en su día que la llamada de teléfono que hace meses hizo Corea del Norte a Corea del Sur, tras años de creciente tensión, podía desembocar en el envío desde Pyongyang de una delegación a los Juegos Olímpicos de Invierno 2018, la edición número XXIII de esta competición con potencial de tregua entre naciones (se celebran desde el siglo. IX a.C enfrentando incluso a países que estaban en medio de enfrentamientos bélicos), que se celebra desde el pasado viernes en la ciudad de PyeongChang, Corea del Sur, con la participación de 92 países.

Dos Coreas, una sola bandera

Pues bien, finalmente, ambas delegaciones, la del Norte y la del Sur, han participado juntas, bajo una misma bandera. La hermana del líder norcoreano Kim Jong-un, Kim Yo-jong, que ocupa el cargo de vicedirectora del Departamento de Propaganda y Agitación del Partido de los Trabajadores, y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, escenificaron el acercamiento en la ceremonia de inauguración, con un simbólico saludo en el Estadio Olímpico de Pyeongchang. Corea del Norte y Corea del Sur son dos países técnicamente en guerra. Pero el gélido certamen deportivo ha conseguido algo histórico en este vestigio de la Guerra Fría, aunque no hay que olvidar que las dos Coreas ya marcharon juntas en un desfile olímpico en los Juegos de Invierno de Turín, en 2006, y aún antes lo habían hecho en las ceremonias de inauguración de los Juegos de Verano de Sidney 2000 y de Atenas 2004. Con todo, son muchos los analistas que entienden que esta unión servirá al menos para aplacar el nerviosismo sobre las pruebas de misiles, y las amenazas a la seguridad de las pruebas deportivas, que se realizan a solo 50 millas de la zona desmilitarizada que divide la península de Corea.

Exhibición de fuerza

Porque, ¿qué puede haber tras la decisión de Corea del Norte de unirse en lo deportivo con su enemigo del Sur? Quizá solo competitividad y afán de exhibición. Pyongyang ha utilizado tradicionalmente sus logros y éxitos deportivos como demostración de fuerza. Ha enviado atletas a todos los Juegos Olímpicos de Verano desde 1972, a excepción de dos que boicotearon: los Juegos de 1984 en Los Ángeles y los Juegos de 1988 en Seúl. Y en todos ellos, ha cosechado 54 medallas, incluidas 16 de oro, un número nada desdeñable dadas las dimensiones del país, que se ha lucido especialmente en levantamiento de pesas y lucha libre. Quizás resulte sorprendente que, siendo tan montañoso y viviendo inviernos tan fríos, haya tenido resultados mucho peores en los Juegos Olímpicos de Invierno, donde ha ganado solo tres medallas a pesar de competir en ocho juegos desde 1964. De hecho, los únicos atletas norcoreanos que se han calificado para los Juegos Olímpicos de Invierno 2018 son dos patinadores artísticos, Ryom Tae Ok y Kim Ju Sik.

¿Un paso a la paz?

¿Puede constituir el gesto de desfilar bajo la misma bandera también un amago de acercamiento a la paz? El presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, se ha felicitado por el "poderoso mensaje de paz lanzado a todo el mundo" en la ceremonia, y ya se conoce a los Juegos Olímpicos de Invierno 2018 como los "Juegos de la Paz". Ha trascendido que en Seúl se ha valorado de manera muy positiva el envío de una figura de confianza del líder supremo. Se considera que esta comitiva "muestra la voluntad del Norte para mejorar las relaciones". Pero será difícil predecir si todo ello vendrá acompañado de distensión política. El régimen del Corea del Norte no solo es hermético, también es impredecible. Un año después de dramáticos jugueteos con Washington a ver quién hace mejores pruebas nucleares, se hace difícil confiar en Corea del Norte. Sí es cierto que estos gestos han escaseado en los últimos años, e incluso los planes para formar una delegación conjunta para los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 se desmoronaron por las demandas de Corea del Norte. Hay incluso quien teme que Pyongyang use su participación en los juegos para intentar extraer concesiones de Seúl. Bruce Klingner, un ex analista de la CIA que ahora es un experto en Corea del Norte en la Fundación Heritage, dijo que aquella procesión conjunta en los Juegos Olímpicos de verano 2000 en Sydney que pudo parecer esperanzadora, escondió exigencias de Corea del Norte, que había recibido "un pago secreto de Seúl, el pago de los uniformes del Norte y el acuerdo de que la delegación del Norte no sería superada en número por la del Sur, lo que exigía que muchos atletas y entrenadores surcoreanos no entraran al estadio como parte del Entorno coreano ", escribió Klingner.

Dopaje y nuevas disciplinas

Más allá de la política, hay otros factores que convertirán en históricos los Juegos de Invierno de 2018. Por ejemplo, la exclusión de atletas rusos. Una decisión que adoptó el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) horas antes de que comenzara la competición, desestimando con ella los recursos presentados por un total de 47 deportistas y técnicos rusos contra la decisión del Comité Olímpico Internacional (COI) de no invitarlos a los Juegos. Entre esos atletas y entrenadores están la estrella rusa de pista corta Viktor Ahn, seis veces campeón olímpico y que se esperaba que fuera una de las estrellas de los Juegos, o el atleta Anton Shipulin. Esta suspensión deriva del sistema de dopaje que se institucionalizó en Rusia, en especial en los Juegos de Invierno de Sochi-2014.

Además, en Pyeongchang debutarán cuatro nuevas categorías deportivas, como el esquí alpino en equipo, con 16 naciones que disputarán el podio con integrantes de ambos géneros, o el snowboard de big-air, donde los atletas descenderán desde el tope de una torre en una rampa a casi cincuenta metros de altura. Además, equipos de Ecuador, Eritrea, Kosovo, Malasia, Nigeria y Singapur harán su debut en una competencia olímpica  invernal.