Es evidente. Vivimos un periodo de cambio. De revolución dicen los más categóricos. El punto exacto de transición entre un viejo modelo y el nuevo. Un viejo esquema energético fuertemente basado en los combustibles fósiles que se va agotando frente a la pujanza de las energías renovables. Nos va mucho en ello: la supervivencia, nada menos.

Gas "ecológico"

Y en momentos así surgen todo tipo de resistencias. La principal, las de la grandes, enormes, compañías petroleras que ven cómo su negocio peligra. Y no van a desaparecer sin ofrecer resistencia. Por ejemplo, durante mucho tiempo nos han propuesto el gas natural como la alternativa “ecológica” a la gasolina, el gasoil o el carbón. Este tipo de combustible ya está instalado en millones de hogares de todo el mundo y mueve siete millones de vehículos en Europa. Ahora un informe pone negro sobre blanco lo que cualquiera puede entender como una evidencia. La organización Transport & Environment asegura que el uso del gas natural no puede constituir una alternativa al carbón. Según este documento, el uso de este compuesto no reduce las emisiones de gases de efecto invernadero ni mejora el aire de las ciudades. Los beneficios son “insignificantes o inexistentes”. Además, este tipo de energía tampoco se plantea como rentable, dado que deberá implicar rebajas de impuestos a los combustibles para lograr mantenerse como una alternativa económica.

Dependencia energética

Y por último, el uso de gas natural implica una continuación de la dependencia energética que muchos países mantienen, como se pone de relieve cada vez que Rusia decide, por motivos políticos o comerciales, cerrar el grifo de los oleoductos que llegan hasta Europa Oriental. Por ello, el documento insiste en la idea de abandonar las investigaciones de nuevos motores movidos con gas natural y dedicar esos esfuerzos a la pujante y parece que más eficiente línea de empleo de la energía eléctrica obtenida de fuentes renovables y sostenibles.