Lo hemos conseguido. Aunque la verdad es que esta vez ha sido fácil y muchos han colaborado en conseguirlo. Hemos acabado con otra especie sobre la faz de la Tierra. Ahora le ha tocado el turno al gran rinoceronte blanco. Un animal enorme al que era fácil acertarle.

El viejo Sudán

Esta semana ha muerto el último ejemplar macho que quedaba de esta especie. Sudán, como fue bautizado el animal, tenía 45 años y vivía en la reserva keniana de Ol Pejeta. A esta edad, los rinocerontes son auténticos ancianos y en este caso se encontraba muy enfermo. Tanto que tuvo que ser sacrificado. Atrás deja una hija y una nieta de la subespecie. Evidentemente, ninguna de las dos podrá alumbrar a un nuevo rinoceronte blanco, con lo cuál la especie está oficialmente extinguida y solo quedan estas dos hembras como recuerdo viviente. Aunque aún queda una leve esperanza. Como suele ocurrir, más basada en los desarrollos tecnológicos que en las mucho más sencillas labores de conservación y concienciación. Hace unos meses, Sudán saltó a los titulares cuando sus cuidadores crearon una aplicación similar a Tinder para buscarle una pareja. Se trataba de una acción publicitaria con la que buscaban recabar fondos para poder desarrollar técnicas de fecundación in vitro de la especie y para extraer el código genético de Sudán.

Y ahora, las soluciones

Ahora, se espera que ese material genético pueda servir para fecundar a otras hembras de otras especies de rinoceronte y que alumbre un nuevo macho de la especie. Pero ni tan siquiera los científicos tienen muy claro que todo este proceso vaya a funcionar. Presas de los furtivos, del comercio con sus cuernos y de la desaparición de sus hábitats, el rinoceronte blanco es el último ejemplo de lo que ya se viene denominando la sexta gran extinción. Esa de la que los humanos estamos siendo los grandes responsables.