Querida autoestima, Sé que desde hace años tenemos una relación complicada. Sé que, a veces, mirarse al espejo ha sido una muestra de valor y que hablar en voz alta no siempre me hacía sentir segura. Durante años, he permitido que tú, autoestima, seas un saco de boxeo contra el que la gente podía desahogarse. Durante años, simplemente dejé que soportaras el peso de las exigencias surrealistas de la sociedad.

Ay, la adolescencia

La primera vez que fui consciente de mi relación con ella fue a principios de la adolescencia. Por primera vez, me miraba en el espejo con el objetivo de verme profundamente. Pero no me gustaba lo que encontraba reflejado. Ahora lo pienso y caigo en que en ese reflejo no había nada malo, solo una adolescente confundida, pero la sociedad me había llenado la cabeza de pájaros absurdos. Desde ese momento, mi relación con la autoestima ha sido compleja. Es difícil enfrentarse a uno mismo si no cerramos los oídos a los que nos dice toda la sociedad. Por esto, hay que recordar, que tener problemas con la autoestima es totalmente normal y que una no debería machacarse por ello.

Un camino hacía la autoestima

Aprenderse a querer es uno de esos grandes caminos que hay que recorrer en la vida. Aprender que valemos la pena y que tenemos algo que ofrecer es tan valioso como complejo. Es normal que haya días que nuestra autoestima se resienta. Y ya no hablo solo de la física, sino también de la emocional. De la autoestima que ataca directamente a quienes somos y deja al aire esa pregunta tan difícil: ¿somos suficientes? Pero la respuesta no es un largo listado de cualidades magníficas, sino otra pregunta: ¿suficientes para qué? ¿bajo qué estúpidos parámetros estamos midiéndonos? Nos atamos a los clichés y a las expectativas sin fundamento, sostenidas por gente que no nos importa tanto como para pasar por todo eso. El secreto está en descubrir que uno es suficiente. Que lo que hay dentro de uno mismo es siempre lo suficientemente hermoso. Y no quisiera que esto quedara como un mensaje cliché de película romántica, sino como un estamento claro y conciso: valemos la pena. La autoestima puede ser un gran enemigo contra el que hay que enfrentarse, pues toda una sociedad ejerce presión en cada individual para "sacar lo mejor de él". Es difícil pasar una adolescencia y adultez temprana sin unas bases personales fuertes, pero, poco a poco, dándonos un poco de crédito y mucho amor, todo se consigue.

 

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