Desde pequeña, mis padres me inculcaron un fuerte amor a viajar y según iba creciendo, también lo hacía mi curiosidad por conocer mundo. Creció tanto que se convirtió en una prioridad en mi vida y siempre que puedo intento viajar, aunque sea sola.

La trinidad mujer - joven - sola

Obviamente, siempre me he encontrado con problemas a la hora de hacerlo. Primero, porque soy mujer, segundo porque soy joven y tercero porque lo hago sola. Son componentes suficientes como para suponer que estoy desprotegida. El ser joven y mujer es algo que me acompaña todos los días. Está establecido socialmente que yo voy a encontrarme con más dificultades por el camino que un hombre; el peligro es aún mayor y ante la duda podemos sacar los incontables casos de violencia contra la mujer. Es una cuestión innegable de género que probablemente no haga ás que agravarse cuando se viaja porque, por mucho que peligro haya siempre, es diferente estar en ambientes conocidos que de viaje. Pero el auténtico problema recae en estar sola. No solo por ser mujer, sino por lo que supone la soledad.

La soledad, uno de los tabúes de la sociedad

Ir al cine sola ya acarrea un estigma social considerable. Decidir irse de vaciones por cuenta propia es como un insulto a toda la institución que compone el "irse de vacaciones", tan unida a los conceptos amistad, familia, pareja, etc. Cogerse un tiempo para uno mismo y encima aceptar que es para conocer cosas nuevas y abrirse mundo es una rebelión contra una sociedad cada vez más sustentada en tándems. El colmo es cuando esperan que te vayas de viaje para ligar y lo que repatea profundamente es la cara de pena con la que te contestan con un mísero "bueno, tampoco está mal" cuando dices ir sola. Encima, la soledad de la mujer es algo que quema más. Es una declaración de intenciones: un desvinculamiento a cualquier necesidad. Una mujer que no pide permiso y que no necesita ayuda. Pero siempre, siempre que se descubre que una mujer va sola se consigue encontrar esa necesidad de ayuda supeditada: "pero, mujer, si el mundo es peligroso", "pero, mujer, que vas a estar muy sola", "pero, mujer, en algún momento necesitarás ayuda".

Viajar sola es indispensable

Probablemente, todas esas observaciones sean ciertas, pero es lo que hay que pagar a cambio de hacer lo que te da la gana. Da igual tu género, siempre te encontrarás problemas. Incluso yendo acompañado. Sin embargo, el estar sola no debería impedirte viajar, no debería impedir hacer lo que sea que te de la gana hacer. La soledad es una forma de hacer, no un castigo. No siempre se tiene la suerte de ir acompañado y no por ello la experiencia desluce. Es más, coge un nuevo matiz que al menos se debe experimentar una vez en la vida, pues de él se aprende mucho. Lo primero que se aprende es en confiar. El estar solo dura poco si no te aislas. Si te permites conocer, por el camino conoces sobretodo a personas capaces de aportarte muchísimo. Aprendes que la gente suele ser buena, si sabes mantener la inteligencia. Confiando se abren puertas increíbles y nada enriquece más que otros puntos de vista. También aprendes que los errores son cotidianos y, sobretodo, aprendes a salir de ellos. De viaje y sola haces un cursillo de supervivencia en la vida moderna avanzado en menos de lo que canta un gallo.Te pierdes por esa nueva ciudad, te quedas sin lugar donde dormir, comes algo que no deberías haber comido... ganas experiencia, fuerza y confianza en ti misma. Aprendes a parar y a escucharte. No dependes absolutamente de nadie y tu único trabajo es escuchar qué te apetece realmente o qué puedes hacer en ese momento. Tú contigo. Y, de repente, hay un amplio abanico de posibilidades que debes molestarte en analizar para comprender realmente como funcionas. Así que sí, viajar sola es indispensable. Es autoconocimiento, superación y experiencia. Es una aventura. Es plantarle cara a todo lo que se supone que no deberías hacer por una gran causa: tu libertad. Imagen de Pixabay