Siempre creí que el miedo al compromiso era signo de debilidad. Pensaba que indicaba egoísmo, falta de empatía y cobardía. La falta de compromiso siempre ha estado retratada en personas frívolas e hirientes, principalmente hombres. Siempre relacionado con el amor romántico y las relaciones serias. Pero tener miedo al compromiso no es sinónimo de comportarse como un imbécil con tu pareja; ni siquiera de "no querer relaciones amorosas". Yo tengo un terrible miedo al compromiso y ha sido algo que me ha costado mucho asumir, pues no lo relacionaba directamente con comprometerme amorosamente, es más, apenas lo relacionaba con el hecho de comprometerme en sí. No me consideran (ni me considero) una persona irresponsable o con la que no se pueda contar; sin embargo, me incomoda que la gente espere cosas de mí y comprometerme me supone un esfuerzo que no siempre puedo hacer.

Las expectativas son la clave

Las expectatias son terribles y los compromisos no son nada más ni nada menos que expectativas pactadas y cerradas, en la que las dos partes aceptan comportarse de determinada manera en un momento que puede alargarse indefinidamente. Pero los hay que no somos capaces de aceptar "lo indefinido".
El peso de las expectativas puede llegar a afectar gravemente a las inseguridades personales y la necesidad de mantenerlo en el tiempo supone un problema importante para aquel que se conoce inestable.
No todos somos capaces de mantener una rutina y ser constantes. No todos podemos y/o queremos estar pendiente de alguien que no sea nosotros mismos y ni siquiera es egoísmo, sino que se trata de cuidados personales. Una debe anteponerse a cualquier persona y debe conocer cuáles son sus limitaciones.

El miedo al compromiso y la ansiedad

Muchas veces el miedo al compromiso no es más que una fuerte ansiedad camuflada. Da miedo encerrarse en una situación donde hay que cumplir y fallar puede acarrear malas consecuencias. Da miedo tener que asegurarse que vas a seguir queriendo mantener ese compromiso durante "lo indefinido". Da miedo que otras personas estén pendiente de lo que haces cuando tú sabes que eres inconstante y, por tanto, vas a fallar muy seguramente. Da miedo saber que vas a tener que enfrentarte contra la sensación de presión y reprimir constantemente tus ganas de huir. El compromiso no está hecho para todo el mundo. Hay que tener las cosas muy claras para poder asegurar que no vas a salir corriendo o que no vas a cambiar de idea. Hay que asegurarse que con tu decisión no arrastrarás a otras personas a cosas feas. Pero a veces, uno no puede asegurar que no se va a arrastrar ni a si mismo, como para tener que responsabilizarse de personas. A veces, estás en un cambio constante, rompiendo crisálidas, y no eres capaz de saber quién serás mañana y qué querrás mañana. A veces, simplemente la mínima presión afecta a tus inseguridades de tal manera que te neutraliza, dejándote en parálisis.

Del tipo "no compromiso"

Las ansiedades son fantasmas que van más allá de un ataque en un momento determinado. Pero las posibilidades personales van aún más lejos que nuestras ansiedades, pues estas no nos hacen como persona. Por lo tanto, también hay que comprender que hay gente que no está dispuesta a tomar un compromiso porque no quiere. Y punto. Los sentimientos son complejos y asimétricos: podemos no querer estar en serio pero sí estar y no tiene por qué ser malo. Se debe aceptar que no tenemos que ceñirnos a constructos sociales que nos llevan a cerrar y empaquetar todas nuestras acciones, ponerlas nombre y luego asegurarnos de que perduren en el tiempo. En ocasiones, existen realmente esas personas que creen en el Carpe Diem y en lo estupido que es planear más allá de 12 horas. En definitiva, hay gente para todo y hay que respetarlo. Escuchar los ritmos de cada persona y hacer un ejercicio de empatía. Por las dos partes, obviamente. Imagen de Khusen Rustamov