Reconozco que estoy escribiendo este post terriblemente tarde y apurada. Sin pretenderlo, claro, se me ha pasado el arroz en cuanto a escribir se refiere. Que no estuviera demasiado inspirada, hecho cierto e innegable, resulta circunstancial si tenemos en cuenta que no he hecho ni el huevo toda la semana porque mirad, yo qué sé, a veces ocurre, te llega como un resfriado y te deja en cama, haciendo absolutamente nada. Mi padre diría que es que soy una vaga; los modernos del Internete lo llaman procastinar. via GIPHY Procastinar es el hermoso arte de aplazar todo lo que tienes que hacer urgentemente para un "más adelante" indefinido, muy muy muy indefinido. O sea, que ya llegará, probablemente cuando sea demasiado tarde y el deber se haya vuelto un agobio. Para llevarlo a cabo, el mundo está lleno de recursos y, si no los encontramos, los creamos nosotros mismos. Aquí cinco ejemplos sobre como ser excelente en el noble arte de procastinar:

1. Netflix

La plataforma más famosa de contenido online es un gran peligro para nuestra productividad. No solo por razones obvias, como su amplia biblioteca que nos arrastra a estar cómodos en un sofá, perdiendo horas y horas viendo series y películas, sino también por su política en las redes. Netflix es plenamente consciente de su fuerza y la explota mediante las redes sociales, con hilarantes mensajes como este: Lo recordaremos, Netflix, LO HAREMOS.

2. El placer de leer artículos estúpidos

El secreto de Wikipedia es la cantidad de gente que no tiene ganas de cumplir con sus obligaciones y, por tanto, buscan alternativas. Pero la Wikipedia aún cumple esa valiosa función en la sociedad de informar, aunque te encuentres a las tres de la mañana antes de un examen final leyendo sobre las medidas del papel higiénico. Lo más terrible son los artículos realmente inútiles, sobre pseudo-celebrities que acaban de comprarse un abrigo nuevo y sobre como la alcachofa de una región de china muy específica te permitirá vivir más años. Pero por algún extraño motivo, a nuestro cerebro le resulta terriblemente interesante y primordial esa información. via GIPHY

3. Buscar a tus compañeros de instituto en una red social

Llega un punto en que te aburres de tu propia procastinación y te resulta la mejor idea del mundo querer cotillear sobre qué ha sido de tus compañeros de instituto. Abres tu red social predilecta y empiezas a buscar sus perfiles, evitando dejar constancia de tu paso por ahí poniendo algún like indeseado. Saltas de perfil en perfil hasta que te enteras que la chica de gafas moradas que iba a la clase C, tres puertas más hacía la izquierda de tu clase, ha empezado a salir con un chico llamado Juan al que nunca has visto pero comparte 5 amigos en común contigo en Facebook. Pero en verdad esa información solo te sirve para confirmar que el mundo es un pañuelo. Y nosotros sus mocos. Sus mocos vagos.

4. Contarte los pelos de las piernas

Llega un punto en el que te rayas de todo, absolutamente todo y decides dejar lo que sea que estés haciendo. Entonces es cuando te quedas a solas contigo misma y cuando empiezas a hacer cosas raras, muy raras. Empiezas sutilmente, mirándote las cutículas y comparándolas las unas de las otras. Poco a poco, avanzas en la exploración, convirtiéndola en un acto morboso, donde el aburrimiento te impulsa a eliminar las barreras del asco. Te revisas bien los callos de los pies, te vacías las fosas nasales y, si aún no hay suficiente, te arrancas los pelos de las piernas o los cuentas o los acaricias... pero trabajar, lo que viene siendo trabajar, más bien no. via GIPHY

5. Hacer absolutamente nada

El nivel final en el noble arte de procastinar es hacer... nada. Absolutamente nada. Existir y gracias. Quedarse tumbado mirando el techo y ni molestarse en establecer las conexiones neuronales necesarias para pensar. Ni móvil, ni costumbres asquerosas... sencillamente nada. Tal cual como he estado yo esta semana: haciendo nada. Soy una campeona.   Imagen de Hans Braxmeier en CC de Pixabay