Hace aproximadamente un año se estrenaba The Young Pope (El Joven Papa), una serie de Paolo Sorrentino que para muchos fue de los mejores lanzamientos de la temporada pasada, y posiblemente vaya cogiendo vuelo, con el tiempo, como una de las series más memorables de los últimos años, volviéndose de culto. Aún está disponible en HBO. Tan poco convencional como otras producciones de este director italiano oscarizado en 2013 por La gran belleza, que ya es otro de tantos cineastas que incursionan en la ficción televisiva, y fiel a su particular y creativo sello estético, la serie plantea la llegada al Vaticano de Lenny Belardo, un Papa de solo 47 años venido de Brooklyn. Se hará llamar Pío XIII y será el pontífice más joven de la historia, y el primer estadounidense. Un hombre al que sus padres, hippies, abandonaron en un orfanato religioso siendo un niño, y allí lo cobijó, con una protección casi maternal, la Hermana María. La curia vaticana lo pone en el cargo albergando la ambición de que sea un títere fácil de dominar, y de que tenga una pulsión progresista, dada su edad, que ayude a la Iglesia Católica a conectar con su tiempo y las nuevas generaciones. Pero no será así. https://www.youtube.com/watch?v=dPjW75fIbUo Desde la potentísima cabecera de la serie, que se arropa con una versión remix de All along the Watchtower de Bob Dylan, letras de neón y significados ocultos en una exhibición de cuadros del Vaticano, así como con Jude Law, el actor inglés que interpreta a este joven Papa, guiñando un ojo a la cámara, ya intuimos que este pontífice va por libre. Y es que, una vez en el poder, despliega un carácter déspota, implacable y hasta vengativo.

Un fundamentalista católico

Se ha puesto de nombre Pío, como varios de los Papas más conservadores de la Historia del Vaticano, y es un fundamentalista, con una personalidad mordaz y carismática que impregna toda la serie. Se burla de las intrigas vaticanas, de la burocracia y la diplomacia de su Estado, y aplica la Doctrina de la Iglesia con mano de hierro y desde una lectura textual de sus escrituras sagradas, que lleva hasta sus últimas consencuencias. No hace concesiones al aborto, ni al matrimonio homosexual, ni al divorcio. Y en otros sentidos, es liberal y hasta ingenuo; habla de amor y sexo con mujeres y escritores, hace deporte, escucha todo tipo de música, fuma, apenas come, solo bebe cola sabor cereza y por momentos tiene un punto maquiavélico, por cierto muy cómico visto desde este lado de la pantalla. Así las cosas, no tardan en brotar en su entorno confabulaciones para destronarlo. Pero este despiertísimo Papa las bloquea no solo presionando sobre las propias debilidades (o pecados, dicho en terminología católica) del clero, ese colectivo tan fascinante, parece decirnos la serie con su retrato. Actúa sobre sus tejemanejes bursátiles, sus inclinaciones sexuales o sus excentricidades, y además, Pío XIII también lo desafía con brillantísimos diálogos, perfectamente integrables en los debates que mantenemos hoy en torno a los temas que afectan a la Iglesia Católica, y que acompaña con otros discursos de lo más entrañable y hasta poético. Resultado de imagen de the young pope

¿Un santo, en realidad?

Con todo, quienes conocieron al nuevo Santo Padre antes de llegar a Roma, siendo Lenny Belardo, lo consideran un santo, y no son pocos los paralelismos que se le pueden encontrar con Cristo: un padre barbudo, una segunda madre llamada María, diálogos muy directos con Dios, se considera libre de pecado y tiene una capacidad de sacrificio fuera de lo común. Pero hay algo muy misterioso en él, tanto como los milagros de los que habla su iglesia. Dice querer ser un Banksy o un Salinger para ella, revolucionar sus cimientos moviendo los hilos desde la sombra. No para de lamentarse porque los hippies de sus padres lo abandonaron, ¿es este rencor el motivo de su conservadurismo? ¿Aspira a ser, él sí, un padre serio para el rebaño católico, o ni siquiera sabe lo que quiere? ¿Es posible que, bajo su aparente actitud de hierro, sufra una crisis de fe, tan humana, el mismísimo Papa? ¿Es que no podemos estar seguros de la existencia de Dios al 100%? A The Young Pope se le pueden encontrar paralelismos con otras series recientes que han tocado el tema de la religión o lo filosófico, como True Detective, The Leftovers y hasta Los Soprano. Incluso se le verán similitudes, en su irónico retrato del Vaticano, con obras como la película Habemus Papam, de Nanni Moretti. Pero The Young Pope probablemente tenga una motivación muy particular y ambiciosa: expresar el misterio. La fe y el dogma. El amor a Dios y a los hombres. La autoridad, la tensión constante en la que vive la Iglesia, entre la necesidad de acercarse a la sociedad y el mantenimiento de su dogma milenario. Ser joven y tradicional al mismo tiempo.

Narrar con imágenes

The Young Pope expresa todo ello no solo en su trama, sino también de manera muy visual, por medio de simbólicas imágenes. La creatividad y elegancia de Sorrentino parecen inagotables. Con ayuda de su director de fotografía, Luca Bigazzi, hace maravillas a base de claroscuros, planos cenitales, picados, contrapicados, fotogramas laberínticos o que nos dejan sin aire en momentos de tensión, espléndidas panorámicas para recrearnos, como diría un católico, con la creación, o composiciones que evocan la iconografía cristiana y todo su significado, como la Madona o el Juicio Final. También se apoya en el mundo de los sueños, la imaginación y la fantasía para alimentar el misterio, este territorio a medio camino entre lo terrenal y el más allá. Lo onírico ocupa un amplio lugar en la narración, haciéndola más perturbadora, describiendo deseos e impulsos reprimidos, o manifestando la culpa. Otro de los fuertes de la serie es, sin duda, su extraordinario reparto, muy internacionalizado por las productoras de distintos países que se involucraron en la producción. El actor británico Jude Law nos ofrece una memorable interpretación, fría, carismática e irónica que soporta por sí misma gran parte del peso de esta ficción. Nada menos que Diane Keaton se mete en el papel de la Hermana María. El italiano Silvio Orlando interpreta a un cínico cardenal, y el español Javier Cámara, a otro de carácter opuesto, piadoso, y a quien Pío XIII encomendará la misión de resolver un caso de abusos sexuales a niños en el seno eclesiástico. El norteamericano Scott Shepherd será el amigo de la infancia de Su Santidad, y James Cromwell ejercerá de su mentor. Cierran el elenco dos conocidas actrices francesas, Cécile De France, en el papel de directora de marketing del Vaticano, y Ludivine Sagnier, una mujer con una particular relación con el Santo Padre. Se nos ha prometido ya una segunda temporada de The young pope, una serie rompedora por su sentido estético y que se atreve a abordar la religión de manera espiritual y metafísia, un punto de vista que no siempre parece tener cabida en nuestras pantallas, no siempre abiertas a según qué trascendencias. The Young Pope es inteligencia, es tiempo para debatir, existencialismo, belleza visual. Refleja lo falible y lo humano, la crítica a un tiempo que podría estar demasiado dominado por la superficialidad. Aleluya y amén. Resultado de imagen de the young pope