El catálogo es tan voluminoso como escalofriante: latas, envases, cubiertos de plástico, ropa usada, jeringuillas, animales muertos… ¿Un vertedero? No: una isla de basura acumulada, flotando en la superficie del mar Caribe, entre las costas de Honduras y Guatemala. Lleva tiempo cogiendo su terrorífica forma y acumulando su contaminante contenido, pero recientemente, se ha convertido también en motivo de tensión en las relaciones bilaterales entre ambos países.

Tres años de conflicto

  La brecha diplomática comenzó cuando la fotógrafa británica Caroline Power publicó varias imágenes mostrandon las aguas cercanas a la isla turística de Roatán. Estaban cubiertas de una costra de desechos. La basura no tardó en alcanzar varios municipios de la costa norte hondureña, y entonces los gobiernos comenzaron una serie de conversaciones, en busca de una solución común. Pero las conversaciones encallaron. Llegaron a un punto sin retorno cuando los dos gobiernos comenzaron a culparse mutuamente de ser responsable de los vertidos. Así, Honduras acusa a su vecino de provocar la contaminación que llega a la orilla de las playas de Omoa, Puerto Cortés y las Islas de la Bahía. Guatemala, por su parte, asegura que es Honduras quien vierte la basura que lo afecta. El gobierno de Tegucigalpa ha dado un plazo de cinco semanas al ejecutivo guatemalteco para que dejar de verter basura, antes, amenaza, de acudir a organismos y tratados internacionales. Blue Planet Society, organización enfocada al medio ambiente, asegura que la causa del “basurero marino” es que la basura ha sido arrastrada por el río Motagua desde Guatemala hasta las costas de Honduras.