Es un viejo axioma pseudocientífico eso de que menos del 1% de nuestro ADN es distinto del de los chimpancés. Lo que se suele pasar por algo que es que esa leve diferencia supone cambios radicales en la morfología de ambas especies. Muchas de ellas saltan a la vista. Otros son menos evidentes.

Chimpancé tres veces más fuerte

Por ejemplo, la complexión muscular del chimpancé y del humano es radicalmente distinta. Científicos de la Universidad de Phoenix, en Arizona, Estados Unidos, han estudiado las capacidades musculares de los primates frente a las de los humanos. Según sus conclusiones, los músculos de los chimpancés son alrededor de tres veces más fuertes que los de los humanos. Esto se debe a que en su masa muscular hay más presencia de fibras cortas, responsables de la potencia. Los modelos informáticos con los que se han extrapolado los resultados muestran que esta capacidad es similar en todos los primates.

Evolucionado para resistir

Solo el ser humano es distinto. Los músculos humanos son mucho menos potentes, pero por el contrario son mucho más resistentes. Sin duda se trata de una adaptación evolutiva. A medida que los antepasados del sapiens bajaban de los árboles y andaban sobre sus pies, se hizo necesario recorrer distancia más largas. Aquellos individuos más resistentes sobrevivían frente a los que menos aguantaban. En términos fisiológicos, aquellos que disponían de más fibras largas en sus músculos tenían ventajas frente a aquellos en los que dominaban las fibras cortas. Y una diferencia importante es la relativa al tamaño de los músculos. Por ejemplo, la reducción de los músculos en la cabeza de los humanos, permitió un desarrollo cerebral mayor. Sobre todo, los relacionados con la mandíbula. Hasta qué punto este proceso se debió al cambio de dieta humano y al inicio de la cocina de los alimentos es otro debate abierto.