El reggaetón, la copla, el pop… Habrá géneros más propensos que otros, pero todos albergan canciones con letras con referencias discriminatorias sobre la mujer. "I used to love her/ But I had to kill her" ("Solía amarla/Pero tuve que matarla"). Así se las gastaba Axl Rose en Used to love her. ¿Se habría despachado igual de campante si en vez de a una mujer se estuviera refiriendo a una minoría étnica o religiosa? ¿O forma parte de una ficción construida, reflejo o hipérbole de la realidad sin nada de apologético? No parece haber consenso en cómo interpretar y qué importancia conceder a las canciones en las que se lanzan expresiones de este tipo, denigrantes con la mujer.

Agente socializador esencial

El pasado diciembre, se activaba una campaña en Change.org para pedir la retirada de la canción Cuatro babys, del músico de reggaeton Maluma, por considerarla “denigrante para el género femenino”. Muchos pusieron el grito en el cielo tildando la petición de “censura”, al igual que en febrero resultó controvertida la crítica de la musicóloga Laura Viñuelas sobre el mensaje “machista” de músicos como Joaquín Sabina. Para muchos sociólogos, la música es un agente socializador de primer orden, y determinadas músicas, independientemente de su calidad, pueden ayudar a configurar un imaginario social en el que se fomente la igualdad o la desigualdad, y podrían resultar socialmente preocupantes en la medida en que difunden contenidos machistas de un modo masivo y con frecuencia entre los más jóvenes, que conocen y cantan sus letras, perpetuando modelos nocivos: la mujer como un objeto o un ser sumiso, el hombre como un príncipe azul...

La importancia del contexto y los oídos receptores

Seguramente haya que analizar cada caso individualmente, cada canción en sí misma. Aunque el contexto podría marcar, en gran medida, la diferencia. Toda música es fruto de un tiempo y un lugar, un contexto que puede considerarse a la hora de interpretar los significados de los temas, o al menos valorar su oportunidad e intención. Sociedades como la española en los años 50 eran más machistas que la actual, y esa madurez social surgía de manera epontánea en las letras de las canciones, haciéndolas a menudo ofensivas contra la mujer. Incluso en el pop y el rock español de las décadas de los ochenta y noventa del pasado siglo era frecuente encontrar letras en las que transpiraba  violencia simbólica e incluso física contra las mujeres. Seguramente, para analizar su trascendencia, hay que entenderlas ubicadas en el machismo todavía imperante entonces, y sobre todo, empapadas de la imagen de canalla que querían dar muchos artistas (tal vez incluso porque con ella hacían más caja), y en la ironía y credibilidad que transmitían esos creadores a los temas, y hasta valorar si a lo largo de su carrera, como figuras públicas, han alimentado el machismo con sus actos o se han limitado a tomarse a estas licencias artísticas.

¿Licencias poéticas?

En aquellos años, para muchos se tendía también a ensalzar trastornos psicológicos haciéndolos pasar por románticos, como el stalker que vigila constantemente a una mujer (el famoso 'I’ll be watching you', de Police) o el que desea que una mujer viva y muera para él. Quizá los propios artistas que escribían estas canciones eran víctimas de su tiempo, con unas lentes de desigualdad a las que pocos escapaban. Pasado ese tiempo, posiblemente el machismo sea más sutil, difícil de vislumbrar, aunque, por suerte, ese amor loco ya se está pasando de moda. El problema viene cuando las letras dejan de ser un reflejo social o un recurso o licencia poética, y se convierten en armas que propagan lo denigrante. Suele ir asociado no solo a un mensaje de este tono en el artista, sino a un receptor sin voluntad o capacidad crítica, sin intención de combatir los estereotipos que las canciones puedan crear, o en el mejor de los casos, más preocupados por la melodía que por la letra, pues el un ritmo hipnótico puede ser un caramelo envenenado. Suelen destacarse en este sentido las letras del reaggeton, la copla y también del hip hop, muchas veces cantadas o escritas por mujeres. Pueden resultar ridículas, pero habrá quien se las tome al pie de la letra. Y ojo, que dentro de estos géneros hay también excepciones, hay grupos que componen reaggeton y son combatientes feministas, como Chocolate Mix o Viruta FTM.

Un arte incompatible con los retrógados

Sin duda, en las sociedades de los últimos años se ha experimentado una evolución en la igualdad entre el hombre y la mujer, aunque posiblemente vayamos a paso de tractor, más lento de lo deseable. Y esa evolución se percibe también en el arte. La música, además, no casa con visiones retrógadas. La música ha solido ser, en cada época, el himno la juventud que ha combativo el control, el poder. Queda también un gran camino por recorrer en el machismo en la industria musical. ¿Por qué no hay apenas mujeres ejerciendo de técnico de sonido o productoras de grabación de discos? ¿Y directoras de orquestas sinfónicas? Posiblemente no solo tenga que ver con techos de cristal, sino con los posibles que las mujeres tienen en su inconsciente, las metas y terrenos que se lanzan o no a transitar dando por hecho que son o no para ellas.