- Hola, cariño. - Hola. ¿Qué tal? ¿Vienes ya? Tengo todo preparado y los niños están impacientes. - Bueno, verás. De eso quería hablarte. Resulta que no voy a poder ir. - ¡¿Cómo?! ¿Llevamos todo el año preparando las vacaciones y con todo dispuesto dices que no puedes irte? - Es que verás. Ha aparecido una mancha en el Sol. Una enorme. Tenías que verla. - ¡Pero qué manchas ni manchos! Me dijiste que por fin tendrías un verano tranquilo. Que el Sol estaba en una fase de actividad mínima y que no te necesitarían en la NASA. - Exacto. Sí, recuerdo que te dije eso y es que así es. Por eso es tan extraordinario lo que ha sucedido. - ¿Extraordinario? Extraordinario va a ser que nos encuentres en casa a la vuelta de las vacaciones.

La primera vez

- No te pongas así, cariño. Es que es la primera vez que observamos algo así. Entiende que no quiera perdérmelo. Además, los compañeros me han dicho que me necesitan. Que soy la única que puede descifrar lo que está ocurriendo. - Sí, siempre eres la única que puede hacerlo todo. De verdad que no entiendo para qué el gobierno paga a tus compañeros del Observatorio de Dinámicas Solares. ¡Y con mis impuestos! - Ya, ya. Ellos manejan muy bien las observaciones. Pero ya sabes que yo estoy especializada en la medición de las fluctuaciones magnéticas que provocan las manchas. Y en este caso son datos muy relevantes. - Si me dieran un dólar por cada vez que me dices algo así… - Pero esta vez es de verdad. Verás. Como el Sol está en calma, que solo tenga una mancha nos permite ajustar mejor las mediciones. Lo que veamos ahora no estará contaminado por otras fluctuaciones solares.

Manchas solares cuatro veces la Tierra

- Sí, fluctuaciones las que tiene tu matrimonio ahora mismo. Y no te digo nada cuando se lo comente a los niños. - Seguro que ellos lo entienden. Diles que en el Sol ha aparecido una mancha cuatro veces más grande que la Tierra. - Ok, como quieras. Entiendo que para ti sea importante. A mí lo único que me preocupa ahora del Sol es que los pequeños no se quemen en la playa. - Lo sé, mi amor. Gracias por ser tan comprensivo. Te lo compensaré en cuanto pase esta racha. - Perdona, cielo, ¿pero al Sol no le quedan 5.000 millones de años de vida? - Esto… sí. Más o menos. - Ok. Bueno, adiós. Pásalo bien con tus mediciones y tus manchas.