A Darren Aronofsky le da igual todo. Si en Noé, su anterior película, le llovieron las críticas por su épica existencial, en madre! ha redoblado el tono, y parece que seguirá engrosando la lista de los más odiados entre los directores por sus búsquedas visuales, de impacto sensorial e inmersión visual. Es un director que apuesta por el riesgo, por explorar caminos nuevos y personales, y por formas narrativas complejas, que podrían resultar crípticas. El luchador es un claro ejemplo de ello.
Aunque madre! se distingue de las anteriores películas del director en lo radical que resulta como apuesta. Dividida en dos partes, en la primera se retrata la convivencia de una pareja: Javier Bardem y Jennifer Lawrence, posiblemente en uno de sus mejores papeles hasta la fecha. Ella se ocupa de reformar la casa en la que viven, aparentemente aislados de la sociedad. Él, poeta de éxito, intenta eludir un bloqueo creativo.
De pronto, irrumpe en sus vidas un hombre (Ed Harris) que rompe la normalidad, y en ello se le unirá su esposa (Michelle Pfeiffer). El fallecimiento de un hijo y el éxito editorial desatarán una segunda parte en la cinta con un ritmo mucho más acelerado y una estética horror vacui que contrasta con el minimalismo de su primera parte.
madre! cuenta muchas cosas, dejando al espectador exhausto.
El propio director ha explicado la película como una alegoría sobre el cambio climático, pero también se pueden hacer lecturas sobre la creación y el demiurgo creador, conectándolo de alguna manera con la ficción. La cámara sigue continuamente a Lawrence, en torno a ella gravita la narración. Es la visión de un mundo fuera de control.