El fútbol despierta en nosotros pasiones difíciles de describir. Hasta la persona más moderada, de vez en cuando pierde los papeles cuando está viendo a su equipo. No digamos ya en los estadios, donde comedidos padres de familia se convierten en hooligans incontrolados. Y es que está claro, estamos enamorados de nuestro equipo de fútbol.

Misma reacción que el amor

Y no es una forma de hablar. Un equipo de investigadores portugueses han realizado un estudio que llega a unas conclusiones que en el fondo no son tan sorprendentes. La pasión por el fútbol despierta mecanismos neuronales muy similares a los que experimentamos cuando estamos enamorados. En la Universidad de Coimbra analizaron las reacciones de 54 hombres y 2 mujeres. Así vieron que ante un gol de su equipo o una buena jugada, se activan en el cerebro regiones similares a cuándo vemos a la persona amada. Regiones del córtex frontal donde se libera dopamina a modo de autorrecompensa.

O peor

Pero eso no es todo. Quizá lo más sorprendente del estudio es que la respuesta, aunque se produce en la misma región cerebral y del mismo modo, es más intensa en relación con el fútbol que con el amor. La explicación viene por el lado emocional más que por el meramente orgánico. El amor por lo colores tiene un componente espiritual, místico. La asociación con un escudo, una bandera y una afición. El sentimiento de pertenencia. Además, es algo que se va labrando a lo largo de la vida de una persona, pues se adquiere a edades muy tempranas. Esto también podría explicar otra diferencia relevante. Es decir, el amor romántico puede ir y venir, es decir, puede ir cambiando y variando de intensidad a lo largo del tiempo y del trato, el amor por lo colores jamás varia. Puede cambiar de pareja. Pero nunca jamás cambiarás de equipo de fútbol.