La app y web de compraventa de segunda mano Vibbo anunció el pasado 25 de julio la retirada de todas las entradas que había a la venta en su plataforma, ante la dificultad de detectar la reventa "irregular", expresaba en su comunicado. No es la primera vez en los últimos meses que da que hablar la reventa de entradas. Un hito fue el pasado 16 de enero de 2017, cuando se abrió la taquilla virtual para el concierto que U2 ofreció en julio en Barcelona, como parte de la gira internacional con la que la banda que lidera Bono está conmemorando los 30 años de The Joshua Tree: 35.000 personas hicieron clic para obtener su ticket en doctormusic.com, livenation.es o ticketmaster.es, a precios entre 35 y 175 euros. Las entradas se agotaron en ocho horas. Pero, enseguida, páginas de reventa comenzaron a ofrecerlas dos, tres y hasta siete veces más caras. A la vista de ello, Live Nations y Doctor Music, empresas promotoras del concierto, impusieron la obligatoriedad de que los tickets fueran nominales, como los billetes de avión, condición que se añadía a otra habitual en conciertos detrás de los que está Doctor Music: la de que cada persona pueda comprar, como máximo, seis entradas.

A la vista de todos, en Internet

Y sí, en España la reventa de entradas se realiza a la vista de todos en Internet, aunque sea de manera sutil, porque existe un vacío legal: está prohibida la venta y la reventa callejera o ambulante de localidades, según el Reglamento General de Policía de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas, norma aprobada en 1982 para evitar conflictos a las puertas de los estadios durante el Mundial de fútbol que se celebró en nuestro país aquel año. Pero no figura ninguna indicación, claro, respecto al territorio online. Y así se han ido creado, siguiendo un modelo que surgió en Estados Unidos, diversas webs de reventa, como Viagogo, Tengoentradas.com, Stubhub (empresa filial de eBay que compró la web de origen bilbaíno Ticketbis) o Seatwave, que, sorpréndanse: es propiedad de Ticketmaster. Esto último no parece precisamente estético. Por si no ha quedado claro: Ticketmaster da cobijo a una plataforma que revende fraudulentamente las mismas entradas que ella comercializa. No es extraño que contra este binomio clamaran los compradores cuando, tras agotarse en Ticketmaster las entradas para el concierto que Bruno Mars ofreció en Madrid en abril de 2016, la web planteara al internauta la opción de acudir a comprarlas a Seatwave. Y también clamó FACUA con ocasión del concierto que ofreció Bruce Springsteen en mayo de 2016, también en la capital española, presentando una denuncia para pedir que se investigase el proceso de venta de localidades en Ticketmaster, debido a la "desaparición" de todas ellas en menos de dos horas, y su oferta, de forma "inmediata", según la organización de defensa de consumidores, en Seatwave.

¿Puede la reventa estar justificada?

Suele argumentarse a favor de las plataformas de reventa que vienen, como mínimo, a solucionar la papeleta de quienes han comprado una entrada que por algún motivo no podrán usar, supuestamente concediendo legitimidad a los tickets al ejercer de intermediarias -cobrando en torno a  un 10% de comisión- entre el particular que vende –al precio que él establece- y el que compra. En algunos casos, estas webs incluso retienen el dinero de la transacción hasta después del concierto, para asegurarse de que la entrada comprada en su espacio es válida. Pero, desde el bando contrario, no paran de lloverle críticas a estas plataformas. Porque en aquellos conciertos, como los organizados por Doctor Music, que prohíben el acceso con entradas de reventa, venderlas constituye un fraude, y a muchos conciertos acuden víctimas de ellos, estafados por las plataformas de reventa, sin saber que esas entradas no les servirán para ver su concierto. Por otro lado, se critica la arbitrariedad de los precios, ya que se revenden las entradas por el doble, triple, cuádruple de su precio. Así, desde FACUA se han venido reclamando, por un lado, un mecanismo que evite la reventa de entradas masivas, pero también, por otro, un sistema por el cual el consumidor que no pueda acudir al evento pueda de forma particular ceder esta entrada a una tercera persona. Incluso en aquellos eventos en los que las entradas son vendidas con meses de antelación, sería positivo, a juicio de la organización, que la empresa permitiera al consumidor desistir de la compra de la entrada durante un plazo de tiempo aceptable.