La situación de los refugiados, de cualquier tipo, es deplorable. Y más que a sus múltiples problemas, el mayor al que se enfrentan es a la incomprensión y desprecio de la comunidad internacional. Y a una visión maniquea y rebatida una y otra vez con los datos, que los relaciona con el terrorismo. Sin embargo, muchos de los refugiados son profesionales altamente capacitados.

Un ingeniero entre refugiados

Un ejemplo: el de el refugiado saharaui Tateh Lehbib Breica. Breica es un ingeniero que ha pasado casi toda su vida en el campo de refugiados de Awserd. Aún así, no solo ha conseguido sacar adelante una carrera tan exigente. También trabaja para devolver a la comunidad lo que esta le ha entregado. Breica trata de mejorar las difíciles condiciones de vida en el campo: para ello es esencial contar con viviendas seguras, bien construidas y aisladas. Los campos son lugares carentes de los mínimos servicios y sometidos por las duras condiciones climáticas del Sahara.

Botellas de plástico como ladrillos

Por eso ha comenzado a construir casas con botellas de plásticos. No solo se reciclan los residuos que se generan en el campo. También se levantan edificaciones firmes con una material de construcción muy barato. El proyecto incluso ha llamado la atención del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Breica admite que la idea no es suya. Que la vio en un documental durante sus años universitarios. Pero donde los demás hubieran percibido una anécdota, el vio la práctica que llevar a su comunidad. Cada botella se llena de arena y después se dispone como si fueran ladrillos unidos con adobe. Las construcciones de este tipo resultan extraordinariamente sólidas, mantienen el interior fresco y no permiten el paso del agua durante las duras tormentas que periódicamente sacuden el campo. Su comunidad le ha agradecido la idea, aunque al principio Breica fue mirado con cierto escepticismo. No en vano se ha ganado el mote de “el loco de las botellas”.