Costa Rica, 1997. Mil camiones hasta arriba de cáscaras y pulpa de naranja aparcan en el área estéril de un parque natural, y desparraman su carga. En 2017, la zona es verde y en su seno nacen viñedos, gracias a un aumento del 176 por ciento en su biomasa, y ha mejorado notablemente la madera de sus árboles. El milagro es obra de dos investigadores de la Universidad Princeton (Estados Unidos), Daniel Janzen y Winnie Hallwachs, en alianza con Del Oro, un fabricante de zumo de naranja. Acaban de publicar los resultados de su trabajo en la revista Restoration Ecology.

Interrumpido por un juicio

Ya seis meses después de que se echaran las cáscaras de naranja, el suelo comenzó a regenerarse. El proceso se vio interrumpido porque la empresa TicoFruit, competencia de Del Oro, denunció a esta segunda por el vertido, y el conflicto se libró en el Tribunal Supremo de Costa Rica, que falló a favor de la Tico Fruit. Así, el proyecto se redujo considerablemente en número de cáscaras de naranja. Con todo, cuando se hizo un seguimiento tras dieciséis años, el paisaje del bosque ya había cambiado radicalmente. El suelo, creyeron los impulsores del proyecto, que inicialmente estaba muy degradado, estaba entonces rejuvenecido. Es más, tuvieron que viajar dos veces para analizarlo porque no lo reconocían. Ahora, los científicos han medido y etiquetado los árboles del bosque a menos de 3 metros para detectar cuánto de su crecimiento se debe a las cáscaras de naranja, y ha resultado que el área donde se echaron las cáscaras de naranja es más rica en biomasa, y hay más diversidad de especies arbóreas. Se pretende ahora extrapolar el experimento a otros escenarios similares, para entender que las naranjas, que suelen desecharse en vertederos, pueden utilizarse por esta vía regeneradora.