Las máquinas, la tecnología, ocupa cada vez más facetas del ser humano. Sustituye la fuerza, la precisión, la dedicación. Aporta el entretenimiento, la comunicación, el desplazamiento. Pocas áreas humanas existen ya que no puedan ser sustituidas por el trabajo de un robot o un programa informático. Quizá el arte sea la última frontera. Que una máquina jamás pueda imitar a pintores como Rembrandt. Y puede que ya ni eso.

El data y el barroco

Al desarrollo tecnológico se ha unido en los últimos tiempos la capacidad, de las máquinas claro, para escoger, almacenar y procesar información. Data, como les gusta decir a los entendidos. Al parecer, esto ya permite a las máquinas tomar sus propias decisiones. Estos elementos se han unido para resucitar al gran pintor barroco holandés Rembrandt van Rijn en un proyecto llamado, sin mucha modestia, The Next Rembrandt. Se trata de un iniciativa conjunto de la Universidad Técnica de Delft, el museo Mauritshuis de La Haya y Microsoft y patrocinado por el banco neerlandés ING.

Rembrandt resucita

Para resucitar el estilo del mítico pintor, se ha analizado el “ADN artístico” de Rembrandt. Desde su forma de dar pinceladas, los colores, las luces y sombras. Incluso su temas, normalmente centrados en el retrato. Pinturas de hombres caucásicos, de entre 30 y 40 años, vestido de negro y con la célebre gorguera de la época. Con esos datos llegó el momento de los programadores. Crearon algoritmos pare reproducir los ojos, las narices o las bocas siguiendo fielmente la forma de recrear estos rasgos por Rembrandt. El siguiente paso del algoritmo fue crear la cara y ubicar las facciones en las distancias y proporciones clásicas del pintos holandés. Pero eso es solo la parte plana del dibujo. Y si algo tienen las pinturas al óleo, sobre todo de los grandes maestros, es que la acumulación de sustancia tiene una función en sí misma. La de crear texturas y profundidad. Resaltar elementos, cubrir otros. Dar vida a una imagen muerta. Así que llegó el momento de estudiar el relieve de los cuadros.

Y pinta 347 años después

Y por fin, la resurrección. Con una impresora de tres dimensiones, a partir de los cálculos y algoritmos programados y empleando materiales que reproducen las texturas de los cuadros, Rembrandt pintó un nuevo cuadro 347 años después de su muerte. El retrato de un burgués del siglo XVII. Con una mirada penetrante y un gesto en la boca como a punto de hablar con el espectador. Pero algo en él deja patente la lejanía con la mano humana de Rembrandt. La falta de profundidad. La nula vida interior que trasmite, la distancia con un fondo claramente artificial. Una perfección demasiado evidente, carente de emoción y de mensaje. Una prueba más que de la pretensión humana de extender la capacidad de las máquinas a todos los órdenes no es más que un antojo absurdo. E inútil.   [embedyt] http://www.youtube.com/watch?v=IuygOYZ1Ngo[/embedyt]