La lucha por atraer la atención de los jóvenes, y no tan jóvenes, es un trabajo cada vez más difícil. La dependencia del móvil nos ha convertido en seres gachos, siempre dispuestos a mirar nuestros perfiles sociales o a dejar de atender una conversación real para responder a otro por Whatsapp. Si ya es irritante en la vida normal, ¿se imaginan que debe sentir un profesor universitario? Tan grave es la situación que un docente uruguayo decidió tirar la toalla. Leonardo Haberkorn renunció a dar más clases en la universidad OTR de Montevideo. Pero no quiso irse sin dar un buen portazo.

Una carta abierta

El profesor dejó su plaza el año pasado. Es ahora cuando se ha hecho viral la carta abierta en la que denunciaba la situación en sus clases. Muchachos que andan más preocupados de lo que sucede en su móvil que de las palabras del profesor. “Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies”, se lamenta. Hace unos años, sus exhortaciones a que dejaran de usar el móvil durante las clases surtían efecto. Pero ya no.

Futuros periodistas

Lo que sería una situación enervante para cualquier docente, se revela más sangrante todavía cuando se piensa que Haberkorn impartía clases de Periodismo. Sus alumnos no dejaban de atenderle para seguir las últimas noticias a través de Twitter. Su atención se fijaba sobre la vida de sus contactos y conversaciones con amigos. De hecho, otro de los lamentos del cesante es la nula curiosidad de sus alumnos y su ignorancia sobre los asuntos de actualidad. Sobre todos los asuntos en realidad. “Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía”, se queja el docente.

De quién es la culpa

Que empleen cientos de horas semanales en leer en su móvil no implica que lean cualquier otra cosa. “¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí! ¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno”, revela irritado. Haberkorn no culpa directamente a sus alumnos de la situación. Para él todo empezó mucho antes. El desinterés y la incultura no les nacieron solos. Fue el resultado del aniquilamiento de la curiosidad a cargo de maestros que dejaron de corregirles las faltas de ortografía “enseñándoles que todo da lo mismo”.