No sé si lo has pensado alguna vez, pero los libros andan sueltos por ahí sin que nadie los controle. Todo el saber del mundo está en ellos, más que en internet porque aún quedan millones de títulos sin digitalizar. También todas las teorías, opiniones y ficciones. Pero, quizá porque el índice de lectores por habitante es muy bajo, y porque debajo de sus tapas se amontonan las letras inanimadas en silencio, a nadie parece preocuparle quién pueda juntarlas. Insisto, no sé si lo has pensado alguna vez, pero como afortunadamente para nuestra libertad ya no hay censura cualquier libro está al alcance teórico de cualquiera.

El vendedor que no quería vender un libro

Antes de seguir desarrollando esta idea, os voy a contar una anécdota. Sucedió hace unos días en la sección de libros de unos grandes almacenes.   —¿Pero es para ti?— Pregunta el dependiente con traje y corbata. —Sí, me lo quiero llevar—Responde la cliente—¿me lo cobra?No sé —duda el vendedor dejando otra vez el libro en cuestión sobre la estantería— ¿Es para ti o para regalar? ¿Te lo han encargado? —No, es para mí —Se incomoda la cliente— ¿Me lo puede vender que me están esperando? —¿Pero has venido sola? —se resiste el vendedor. —No, con mi madre, pero está comprando otras cosas y tengo que reunirme con ella. ¿No me lo puede vender?A ver, bonita —adopta un tono paternalista, al fin y al cabo la cliente tuvo que ponerse de puntillas para coger el libro. No debe tener más de 11 años— ¿Puedes decirle a tu madre que venga? ¿O a alguien más mayor que tú?¿Pero por qué? —se enfada la niña, mirando aquél libro de portada brillante que se ha convertido en objeto de deseo inalcanzable. —Es que me parece que no sabes de qué va este libro. Te ha gustado el dibujo de la niña de la portada y crees que es para niños. —mira solicitando la confirmación de sus dos compañeras y el público que como yo nos estamos dando cuenta de la situación sin entenderla del todo tampoco— Pero yo creo que no debo venderte este libro, no te iba a gustar.Pero yo lo quiero —insiste la niña y empiezo a dudar de si es por la portada, porque ya sabe de qué va ese título de una trilogía o quizá quiera darle la sorpresa a su madre por su cumpleaños. —¿Por qué no me lo vende, si tengo el dinero?Mira, lo siento... —responde con cariño pero con firmeza el vendedor— Pero si quieres comprarlo tiene que venir un mayor contigo. Pero ya te digo que no te iba a gustar. Lo que te propongo es que vayas a la sección infantil y busques otro que hay muchos que seguro que te gustan más.
La niña desaparece con su frustración mientras el vendedor explica a la concurrencia que aquél libro es una de esas novelas nórdicas, sórdidas, de sexo y violencia y que, desde luego, no era para niños.
¿Desde cuando hay libros prohibidos para niños? Ésa es la cuestión. Cuando yo era pequeño, las películas estaban clasificadas por edades y no podías entrar siendo menor sin acompañamiento. En TV, que sólo había una, ponían rombos y eran los adultos quienes nos mandaban a la cama. Ya no ocurre y en los cines salvo las películas pornográficas nadie te pide el carnet de identidad para pasar, y aunque hay un horario protegido en las televisiones es bastante inútil porque en internet hay cosas peores al alcance de cualquiera, y los niños usan tablets.
Tampoco puedes comprarle un paquete de tabaco a tu padre, o llevarle la cerveza si haces la compra.

Pero un libro es otra cosa.

Creo, si no me equivoco, que ya no hace falta el Níhil Óbstat para nadie y que en las librerías no hay libros en armarios con cerradura como el alcohol en los supermercados. No descubro nada si te digo que nadie vigila, controla o supervisa lo que dice un libro colocado en una tienda. Y eso es bueno, pero no sé si alguien lo ha pensado.

En realidad, sí que hay libros prohibidos.

La historia que he contado sucedió en España, pero no todos los países son igual de permisivos. Sí, aún quedan algunos lugares en los que hay censura y se prohibe leer. Y no hace falta irse al Estado Islámico para encontrar textos prohibidos, ni a los países con gobiernos confesionales musulmanes, teóricamente moderados pero en donde pueden lapidarte por llevar en la maleta el libro equivocado. Hablamos, por ejemplo, del país considerado adalid de las libertades llamado USA, donde según la Asociación de Libreros Americanos hay una larga lista de más de 11.300 libros prohibidos en colegios, tiendas, instituciones oficiales y hasta —el colmo— las bibliotecas. Hablamos de best sellers mundiales como 50 sombres de Grey, por ejemplo. Y hay campañas para retar a los ciudadanos a saltarse esa prohibición.

¡Detengan a ese libro!

Mientras tanto, en la Vieja Europa, aunque aparentemente se pueda publicar o leer cualquier cosa, también surge la duda puntualmente. Recientemente ha sido polémica en Alemania la reedición de Mein Kampf, el ideario nazi de Adolf Hitler, considerado peligroso. Todo un oxímoron o metáfora, pues los nazis quemaron millones de libros y ahora algunos quieren hacer lo mismo con el suyo.
Personalmente, tengo claro que no hay nada más enriquecedor y digno de la condición humana que una biblioteca.
Y que deben convivir tapa con tapa Mi Lucha con El Capital. Que más peligroso que un libro es la ausencia de él. Que el conocimiento y la cultura es la clave de entre otras cosas la paz, y el desarrollo. Y por ende, de la libertad. Pero, asistiendo al episodio de la niña, no puedo dejar de preguntarme qué hubiera hecho yo siendo el vendedor. ¿Le venderías Lolita, que son las aventuras de una niña de 12 años, a una niña de 12 años? [caption id="attachment_5528" align="alignnone" width="550"](CC)ClaireDPhotography (CC)ClaireDPhotography[/caption] Imagen: ClaireDPhotograpy (CC) Flickr. Imagen de portada: maikaefer.