Una año más, la celebración del Orgullo Gay, o mejor dicho Orgullo LGTB, marca el inicio festivo del verano. Sin embargo, en esta ocasión viene rodeado de cierta polémica. No por la celebración en sí, una vez superadas en gran medida los prejuicios sociales hacia la exposición del colectivo, sino por el enfoque de la fiesta.

De Stonewall a Orlando

El debate se centra en el punto en el que se encuentran las reivindicaciones del movimiento. Frente al tradicional tono colorido, hedonista y desenfadado del Orgullo, son cada vez más las voces que piden una actitud más reivindicativa en los actos que conmemoran los disturbios en el club Stonewall de Nueva York, en 1969. Es justo esta inspiración la que impulsa a miembros de asociaciones LGTB a pedir que se aproveche este fin de semana para denunciar que la igualdad está muy lejos de ser algo real. A demandar libertad, respeto y tolerancia. A alertar de la reacciones homófonas en la sociedad y en las redes, el aumento de los casos de acoso escolar por razones de orientación sexual y las preocupantes cifras de delitos de odio, elementos que deberían invitar a la reflexión y a la acción para sus defensores. En este sentido es imposible no hacer referencia al asesinato de 50 personas en el club gay Pulse de Orlando este mismo mes, lo que ha planteado la contradicción entre una eventos exclusivamente festivos y una situación que parece lejos de poder celebrarse. Y no solo ante actos atroces de este tipo, si no también a la situación del colectivo LGTB en las naciones árabes, asiáticas o latinoamericanas o de Europa del Este.

Autocrítica

También hay autocrítica en la petición de un reenfoque del Orgullo. Otra de las demandas es analizar la división y la actitud consumista y despreocupada de muchos miembros del colectivo. La lucha contra una imagen estereotipada a partir de la actitud de algunos de sus integrantes. Pero si hay algo en los que todos están de acuerdo es en llenar las ciudades de todo el mundo de color y diversidad durante una semana de visibilización LGTB.