Mucho se ha hablado y más se ha escrito sobre las difíciles relaciones entre el rocanrol y el establishment. Una historia basada en la provocación, la persecución y el ruido. Pero siempre se ha abordado desde el punto de vista occidental. De los países en los que esa música se producía y las reacciones que generaba en gobiernos e instituciones. Pero en la URSS la cosa era más drástica.

El Komsomol

Allí directamente elaboraban listas negras de grupos y cantantes de todo tipo y con las excusas más peregrinas. Es el caso de la conocida Lista del Komsomol. El Komsomol era la organización de las Juventudes del Partido Comunista de la URSS. Era la organización encargada de conducir a los más jóvenes por la senda del comunismo ortodoxo soviético. En su apogeo, a principios de los ochenta, llegó a tener 40 millones de afiliados. Como suele suceder en este tipo de regímenes, si la adscripción no era obligatoria, al menos estaba bien vista. Como garantes de la moralidad soviética de las nuevas generaciones, debían velar por las influencias culturales. Y si había una influencia perniciosa esa era la de la música. Si el cine y otras arte podían controlarse, en el caso del rocanrol, era más complicado, porque ya se sabe que la música se cuela por cualquier rendija.

La lista negra

Así que los responsables del Komsomol elaboraron una detalla lista de grupos y artistas “no recomendados”. Música que debía evitarse y, eventualmente, prohibirse y que no podía sonar en ningún espacio público. Si ya en 1985, cuando se redactó, resultaba surreal, vista hoy en día es directamente ridícula. Las etiquetas más recurrentes son la de “violento”, “fascista”, “racista” y la mejor de todo “erótico”. Es curioso como bandas como Sex Pistols o Ramones son catalogados como “punk”, con buen criterio. Pero enclavar a B-52’s es la misma categoría es cuando menos muy raro. Tampoco supone un descubrimiento definir a Black Sabbath como “oscurantismo religioso”, aunque sí choca esa preocupación en la atea Unión Soviética. Pink Floyd estaba interfiriendo en la política extranjera de la URSS en Afganistán y Judas Priest eran anticomunistas.

Julio el fascista

Tampoco llevaban muy bien la lubricidad los viejos jóvenes soviéticos. Tina Turner por demasiado sexual o Donna Summer por erótica, directamente. Y lo de Village People como violentos sin duda es por su belicistas In the Navy. Pero la mejor etiqueta es la que recoge a los músicos considerados “fascistas” o “neofascistas”. Dado que la lista no entra en más explicaciones, queda a la imaginación de cada uno encontrar las razones. Por qué AC/DC o 10cc son considerados “neofascistas”. Y sobre todo, qué demonios escucharon escucharon los soviets para catalogar la melosa y insulsa discografía de Julio Iglesias como fascista. Porque si nos preguntan a nosotros, Soy un señor, soy un truhán es pura lucha de clases.