El pasado marzo, el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter hizo público que había superado un cáncer que tenía en el cerebro en solo seis meses, gracias a nueva terapia: la inmunoterapia. Un tratamiento que está haciendo furor, hasta tal punto que hay quien dice que, en los próximos años, podrá evitar en gran medida la aplicación de la quimioterapia, la radioterapia o la cirugía en ciertos tipos de cáncer como el de pulmón o hígado -no está claro todavía si funciona en cualquier tipología de cáncer-.

Lo que pretende el método es fortalecer el sistema inmunológico protector para que éste pueda identificar las células malignas y sea el propio organismo el que las ataque y se defienda de ellas con virus oncolíticos, de la misma manera que lo hace de otro tipo de enfermedades, organizando sus células para reaccionar contra una infección o bacteria y destruirla generando anticuerpos, o proteínas que combaten las infecciones. El problema que encuentra con los tumores o melanomas cancerígenos es éstos se esconden tan bien entre los tejidos que el sistema inmune no puede eliminarlos porque no los detecta. Es decir, la inmunoterapia elimina los obstáculos de nuestro propio cuerpo en su defensa contra el cáncer.

Una terapia pendiente de perfección

Con todo, la comunidad científica, tal como ha comentado la Cancer Research de Londres, no quiere echar las campanas al vuelo con este tratamiento por estar todavía en fase experimental. El propio proceso interno del organismo puede conllevar efectos adversos que pueden conducir a trastornos autoinmunes como el lupus o la artritis, o de manera más leve, fiebre, fatiga, etc.

El virus utilizado en los tratamientos inmunológicos se denomina talimogén laherparepvec (Imlygic) o T-VEC. Es una versión genéticamente modificada del virus del herpes simple que causa herpes labiales. El médico puede inyectar T-VEC directamente en las áreas de melanoma que un cirujano no puede extirpar. Los pacientes reciben una serie de inyecciones hasta que no queda ninguna área de melanoma.