El karma. Puede ser que a veces culpemos al karma por esas cosas que nos suceden por imbéciles. Pero hay ocasiones en las que el karma viene bien para explicar algunos hechos. Porque parecen la consecuencia lógica de los actos de un individuo. Por ejemplo: qué mejor evidencia que el veterinario Luciano Ponzetto que cazaba animales salvajes perezca en un accidente de caza. El karma.

Veterinario y cazador

Ponzetto se había hecho tristemente famoso en todo el mundo por matar grandes animales. Podía vérsele, y todavía es posible, posando con el cadáver de un leopardo, de un gran león o de un imponente macho de carnero salvaje. Todos trofeos de sus cacerías. Puede parecer impropio de un veterinario, pero así es. Era. Ponzetto aseguraba que su profesión y su hobbie eran perfectamente compatibles. La Asociación italiana de Veterinarios rechazó sancionarle. “La caza es una práctica regulada por la ley. No existen motivos para tomar medidas contra él”, arguían. “Seguiré cazando mientras sea legal”, decía él, ignorante de que existe algo peor que la ley.

Ponzetto el orgulloso

Ponzetto posaba orgulloso con sus presas mientras ignoraba la presión global. Ya había recibido diversas amenazas de muerte y en Facebook existen varias páginas que denuncian su actitud. Él permanecía ajeno. Pero una cosas son las amenazas en redes sociales y otra, muy distinta, es el karma. La pasada semana Ponzetto salió en una de sus partidas de caza. Parecía una jornada sencilla, persiguiendo pájaros cerca de su Turín natal. Pero entonces, Ponzetto, despistando mientras miraba una bandada en el cielo, pisó mal el suelo helado. Resbaló y se despeñó por una pendiente de más de cien metros. Su cuerpo tuvo que ser rescatado por un helicóptero de la policía italiana. “Murió instantáneamente. Nada se pudo hacer”, declaró el responsable policial local. Mientras, una bandada de pájaros volaba sana y salva sobre su cabeza.