Tú querías ser un chico moderno. Te dejaste crecer la barba, te pusiste unas gafas de pasta, empezaste a pagar cantidades absurdas por un café con tu nombre en el vaso de papel e incluso te compraste una bici fixie. Todo parecía ir estupendamente, hasta que te topaste con una barrera infranqueable.

El adiós

Aunque los constructores de ese muro han anunciado su separación, han dejado ante ti su último ladrillo. The Glowing Man es el trabajo con el que Swans se despiden de su confusa masa de seguidores. Swans. Ese nombre se repite en tu cabeza como la cuña que te mantiene alejado de tu objetivo. Tú, que has despreciado a tus antes adorados Muse y Coldplay porque “ya les gustan a todos”. Oíste hablar de Swans a todos los popes de la modernidad. Entrabas en Pitchfork, el evangelio de lo indie, y veías que cada disco era Best New Music con calificaciones siempre superiores a 9. Si dicen que The Seer es un 9.0 o To Be Kind un 9.2, a la fuerza tienen que gustarte. Y le diste a play.

La deconstrucción

No es seguro de que te hayas recuperado de lo que encontraste. Si la deconstrucción estética llegó al cine y a la pintura hace más de un siglo, e incluso a la cocina más recientemente, la música se ha resistido a abandonar los esquemas que siempre han funcionado y que han configurado nuestro gusto y nuestro entendimiento desde hace setenta años. No hace falta un análisis muy concienzudo para darse cuenta de que la cosa no ha cambiado demasiado desde Chuck Berry. Pero eso supone dejar el poder evocador de la música en su plano más superficial. Desde hace milenios, el ser humano conoce el poder de la música para alterar los estados mentales y abrir puertas a nuevas dimensiones, como ya explicó Huxley. Los mantras y salmos no dejan de ser ejercicios de repetición para aislar al individuo de sus pensamientos más terrenales y prepararle para el contacto con los dioses. Ahora, es necesario abandonar todo prejuicio y dejar de lado la razón.

El caos

Por eso Swans te cuestan tanto. En una época en la que la razón lo es todo, despojarse de ella es imposible. Y The Glowing Man presenta esa exigencia desde el primer segundo. Te enfrentas a un disco de cerca de dos horas, pero con ocho canciones. Eso significa varios temas por encima de los 20 minutos, uno de casi media hora. El ser humano moderno no está hecho para tolerar eso. Pero los mantras funcionan así. En Cloud of Forgetting, Michael Gira canta desde las cimas del Himalaya llamando al caos que se desata en Cloud of Unknowing, algo que avanza despacio, casi de modo imperceptible, pero que termina cubriéndolo todo, como una nube, rodeándote sin que te hayas dado cuenta. Tranquilo, desde The World Looks Red podrás seguir más o menos relajado. Hasta The Glowing Man. De nuevo la exigencia religiosa. El muro de sonido que amenaza con aplastarte. La cadencia hipnótica de la apisonadora industrial. Y para concluir Finally, Peace. La buena noticia ya está dicha. Los miembros de Swans han asegurado que este será su último trabajo. La mala, que Michael Gira suele mentir y cada nueva reencarnación es más agresiva que la anterior. Así que tienes tiempo de pensártelo bien y volver a Muse.   [embedyt] http://www.youtube.com/watch?v=jFHQiYvuVlM[/embedyt]