Puede ser que esta frase te suene un poco rara. Sobre todo teniendo en mente esta idea que nos rodea constantemente de que hay crisis, de que la gente quiere ahorrar, pagar poco, etc... Pero la realidad es que nadie sabe bien cuanto está dispuesto a pagar un cliente por un producto hasta que se lo vendes. Es decir, un kilo de manzanas ¿cuánto vale? Vale lo que cada uno está dispuesto a pagar por ello. Una familia que vive en el campo junto al agricultor, puede ser que esté dispuesta a pagar 50 céntimos por ese kilo de manzanas. Un persona que no tiene ni tiempo para ir a hacer la compra, puede ser que esté dispuesta a pagar 3 euros por ese kilo si se lo llevan a su casa. Si estás de viaje por África, un kilo de manzanas puede ser que sea lo que más necesitas y 10 euros por ese kilo sea hasta barato.

Eso es lo que se llama "excedente del consumidor".

Tú produces un bien. Cualquier cosa. Eres abogado, contable, diseñador, creativo, carpintero... tu bien tiene un coste objetivo. Hacer una puerta, puede costar 10 euros. La materia prima, tus horas de trabajo... esos pueden ser costes objetivos. Ahora, esa puerta puede valer dependiendo de la casa 100, 1.000 o 10.000. Lo mismo ocurre con un abogado. La hora de un abogado tiene un precio objetivo. Ese precio puede ser 50, 100 euros a la hora. Pero no es lo mismo tener un divorcio amistoso a resolver que tener que ayudar a alguien que es inocente en un caso de asesinato. Siempre hay un precio objetivo y el precio que un consumidor está dispuesto a pagar por un bien.

¿Cómo se puede determinar el precio de un producto antes de que alguien pague por ello?

La realidad es que no se puede. La teoría dice que la tecnología nos puede permitir ese tipo de diseño, pero la realidad es más tozuda. Un usuario ante un precio que cambia siente desconfianza. La gente suele querer referentes claros. Por eso los gobiernos se encargan de regular precios en sectores clave como el agua, alimentos, educación, carreteras, vivienda (con la oferta pública), etc. De esta forma la especulación que está dentro del concepto del "excendete del consumidor" no hace que todo se convierta en una caza por el dinero que potencialmente alguien está dispuesto a pagar por algo.

¿Qué ocurre en los sectores no regulados y la competencia?

Aquí vamos a casos como Uber o Airbnb. Cuando Uber llegó a España hubo mucho revuelo con los taxis porque se sentían amenazados. Realmente no es una amenaza al taxista. Si el taxista pudiera competir con las mismas armas, sería una guerra de igual a igual. El problema es que el taxista está en una jaula de oro (la regulación pública). No puede competir, pero tiene un espacio en el mercado sólo para ellos. Uber entra en el mercado y dice que se puede hacer mejor. Viajes más baratos en coche. Realmente se habla mucho del daño que se hace, pero no se habla tanto del beneficio que se pierde. El taxi es caro. Uber es más barato. En este caso estaríamos hablando de la capacidad de generar beneficio para todos los ciudadanos que usan el taxi. También deberíamos hablar del beneficio para el medio ambiente, movilidad, etc... Uber quiere hacer que el transporte sea tan barato que no te merezca la pena comprar un coche. Un estudio estima que el beneficio generado para los consumidores con Uber en Estados Unidos ha sido de unos 7.000 millones. Esto quiere decir que había un excedente en el lado del consumidor para el transporte que no se estaba aprovechando correctamente. La gente está dispuesta a pagar mucho por un viaje y lo hace con un Taxi. Uber sabe que se puede hacer más barato y que la gente va a ser más consumidora de este servicio a un mejor precio. Es decir, los Taxis por su regulación bloquean una oportunidad de negocio enorme. Uber quiere desbloquear este mercado, pero la propia regulación lo impide. Podríamos decir que la administración ni permite mejorar el servicio a los ciudadanos, ni permite que se desarrolle más un sector profesional que podría dar más empleo e impuestos. En el caso de AirBNB igualmente tenemos unos reguladores (la administración) que por miedo a perder el control de un mercado (los hoteles) no permiten que una nueva forma de ofrecer residencias turísticas florezca. Se puede entender la necesidad de regularizar el pago, impuestos, seguros, pero no penalizar o dar caza a los emprendedores. Igualmente en este caso, estamos ante una situación que podría mejorar la capacidad de las ciudades de captar turistas, reducir el coste de la habitación y permitir que ese dinero vaya a restaurantes, bares, tiendas...

Muchas veces vemos el lado amenazante de la disrupción, pero igualmente se debe valorar el lado positivo

La disrupción del emprendedor (dos conceptos que van unidos) siempre es una amenaza para el sector establecido. En el sector del derecho se habla de que se pueden automatizar hasta 100.000 empleos. ¿Es esto malo? Depende de si eres un abogado, un potencial cliente de un abogado o un regulador. Desbloquear un sector de actividad pudiendo amplificar su repercusión en la sociedad siempre debería ser una prioridad para los gobiernos. La economía colaborativa igualmente debería ser una prioridad para los gobiernos. A nadie beneficia un sistema inmóvil dominado por una oligarquía. Sean taxistas, notarios, banqueros. Los mercados y sectores deben ser abiertos y estar accesibles a que la innovación sea un factor que aporte transparencia, accesibilidad y un beneficio para la mayoría.