La pasada semana, Apple presentó su flamante iPhone 7. Además de la habitual panoplia de funcionalidades y cachivaches de última generación, dos cosas llamaron la atención. Una fueron los Airpods, los auriculares inalámbricos sobre los que hablaremos otro día. La otra fue la desaparición del puerto jack para la conexión de dispositivos de audio. La compañía de Cupertino puso como excusa la calidad y la posibilidad de reducir el tamaño del dispositivo al sustituir este puerto por el Lightning, la conexión propia, y exclusiva, de Apple.

Los tiempos están cambiando

Sin embargo, las auténticas razones parecen ser otras. Vivimos tiempos en el que es imposible que se establezca un estándar para la tecnología. Las compañías crean sus propios sistemas, distintos de la competencia, de manera que periféricos o software no son compatibles de los aparatos de una marca a los de otra, de modo que el usuario, al final, se ve obligado en muchas ocasiones a pagar dos veces por lo mismo. En el caso de las conexiones hemos pasado de las entradas sencillas, al euroconector, al cable VGA, al USB, ahora al HDMI. Nuevos dispositivos, nuevas entradas, nuevos cables. Nuevos desembolsos. Por no hablar de las toneladas de chatarra tecnológica que cada cambio supone.

Jack, el superviviente

Pero a todos estos cambios, siempre ha sobrevivido la conexión jack. Creada nada menos que a finales del siglo XIX, para servir en aquellas grandes centralitas que hemos visto en tantas películas. Las diligentes telefonistas necesitaban un pincho fácil de poner y quitar. Las compañías, algo barato. Los clientes, buen sonido. Jack cumplía todas estas premisas. Además, se fue adaptando a los tiempos con leves cambios en su diseño, que nunca comportaron que dejará de ser compatible con las conexiones anteriores. Así pasó del mono al estéreo, al 5.1, a admitir funcionalidades como el control de volumen o de reproducción.

Su contribución a la música

El jack y el minijack, la versión de 3,5 mm de su hermano mayor de 6,5, han viajado de aquellas centralitas hasta hoy con plena vigencia. De camino han servido para que se realizaran las primeras grabaciones musicales y para electrificar instrumentos. Para que Chuck Berry, Keith Richards o Jimi Hendrix enchufaran sus guitarras. Para que Otis Redding o Kanye West conectaran sus micrófonos. Y para que millones de personas, de varias generaciones, conectaran sus instrumentos, sus auriculares, sus altavoces, sus reproductores y se aficionaran a la música a través de un pequeño trozo de metal cilíndrico. Con semejantes credenciales, el jack se va a resistir a desaparecer. Porque, además, dada su longevidad y flexibilidad, en la actualidad, millones de dispositivos de todo el mundo dependen de él. Así que a Apple no le queda más remedio que incluir un adaptador. Algo que tampoco es un problema para una compañía experta en vender a parte todos los accesorios posibles.