Suele decirse que aquellos a los que les gusta la música establecen dos únicas categorías: la música que ellos escuchan y la música de mierda. El crítico cultural Carl Wilson utiliza una expresión parecida del músico de culto Momus: “el infierno es la música de los demás”, parafraseando a Jean-Paul Sartre.

Un libro polémico

Es lo que trata de establecer Wilson en su obra Música de Mierda, publicada en España por Blakie Books. Cuál es la línea o los criterios que hacen que un tipo de música se considere cool y la otra basura. En qué se basan los críticos y los amantes de la música para establecer esas dos categorías ya comentadas. Para ellos utiliza durante toda el libro la figura de Celine Dion. La cantante canadiense que vendió más de veinte millones de copias de Let’s Talk About Love y cuyo single My Heart Will Go On, tema principal de la película Titanic, es uno de los más radiados de la historia. Frente a este apabullante triunfo comercial, Dion se ha encontrado siempre con las más aceradas críticas de los entendido y de buena parte de los compañeros de la industria, Madonna entre ellos. Alguien tiene que estar equivocado. Wilson dedica 200 páginas a una especie de penitencia. La que le lleva desde denostar el trabajo de Dion hace veinte años a verlo ahora con otros valores, poniendo en entredicho, por el camino, el papel, la objetividad y la misma función de la crítica musical y cultural.

Crítica de la crítica

Aunque sigue sin gustarle la música y la pose melodramática de Celine Dion, Wilson duda de que su criterio pueda extrapolarse a alguien más que él mismo y deja entrever que en muchos casos la crítica no es más que prepotencia y desprecio por todo lo mainstream, como si eso fuera un defecto en sí mismo. El libro de Wilson no es solo un paso más en el viejo debate sobre la utilidad y el criterio de la crítica. Es una nueva visión sobre los elementos que configuran el arte, no a partir de la herramientas que se encuentran en los museos, si no de lo que hoy se escucha en las radios fórmulas.