La agresión a una niña de 8 años por parte de unos niños entre 10 y 12 años en un colegio de Palma ha causado reacciones sorprendentes. Una madre acaba de declarar por la radio: “Que paguen. Los agresores deben pagar por todo lo que han  hecho”. Todo en la más pura tradición de este país: en lugar que buscar soluciones se prefiere adjudicar a gritos culpas y castigos.
Los testimonios que los medios de comunicación se regodean en repetir increpan a los responsables educativos, del más alto al más bajo. Por lo visto nadie se pregunta qué hemos hecho todos para que eso ocurra. Es más fácil culpabilizar al docente que vigilaba el patio y que debió ausentarse un rato por una urgencia con un alumno con deficiencias. En un patio de recreo – todavía lo recuerdo – cuando alguien quiere repartir sopapos, lo hace. Ni en los campos de concentración nazis se evitaban altercados.
¿Son ajenos los padres a las acciones violentas de sus hijos? Ni por activa ni por pasiva. Un detalle no nimio: invito a que se repase el grado de violencia de gran parte de videojuegos, esos que se ven en casa cómodamente durante horas: agresiones mortales, explosiones, tiroteos, y gente que salta por los aires... Repito: durante horas, con un plural mayor de dos. El videojuego está entre las industrias con más beneficios del planeta; y nadie le otorga culpa alguna. 
Ni siquiera la desestabilización familiar justifica la violencia. Por lo visto, esa cuadrilla pendenciera se ha educado en familias estables y sin excesivos problemas. La amoralidad, la falta de referencias y patrones, la indiferencia ante el dolor ajeno y la soberbia también surgen de la excesiva protección de los padres.
Y mientras, los medios de comunicación actúan en su paraíso natural: el espectáculo informativo con la promoción de reacciones hechas desde el acaloramiento o la insolvencia. Nadie constata la doble fuente del hecho. Cuanto más impactante y simple sea el rebuzno, más cuerda le dan. La discreción obligatoria ente temas de menores, yace olvidada en un rincón. El valor marginal de esos acontecimientos es que retratan a todos los actores secundarios.