Estamos cerca de comprobar y ver cómo el muerto se come al vivo. Las viejas leyendas de tantos pueblos animistas vuelan desde la hondonada de los tiempos hasta la España actual para confirmar, una vez más, que vivimos flotando en un sueño, que en realidad a quien creemos muerto es el que vive y muerde y los que damos por vivos son solo fantasías de nuestra imaginación.

La resistencia y el dominio apabullantes de Mariano Rajoy no se pueden entender de no dar por seguro que los druidas están de regreso y las meigas penetran de nuevo el corazón de los hombres. El señor del plasma, el de los centenares de instrucciones sumariales por corrupción, el jefe de más de un millar de investigados, el hombre de los sobres y los emails de infarto, el rey de los recortes está a escaso cuarto de hora de comerse el futuro, la esperanza, la juventud limpia y liberadora, los líderes en los que mayoría de españoles depositaron su confianza.

Los resultados de las autonómicas gallegas y vascas vienen a confirmar y reforzar la ventaja que Rajoy le lleva a todos. Ha debido de ser un conxuro ben feito el que ha provocado que socialistas y podemitas se enzarcen de manera crudelísima en guerras fratricidas y quien haya convertido a Rajoy en el tirántropo que transforma a Albert Rivera en una holografía sin más sustancia que su propio color.

La oposición al gallego está en trance de autoliquidarse (la izquierda suicida le llama la prensa política), ni puede ponerse de acuerdo para formar un gobierno alternativo al PP, ni quiere nuevas elecciones: está maniatada y desquiciada. Rajoy solo tiene que esperar y ver; con lanzar algunos de sus jabalíes de vez en cuando para alborotar aún más la gallera de la izquierda le basta y sobra.

Los socialistas están próximos a firmar la tesis definitiva de cómo se liquida un partido de 130 años de historia en 130 días de furia y estupidez, pues su ya larga marcha hacia la insignificancia política se acelera en las últimas semanas a la velocidad que el gran Marc Márquez impone en sus más vibrantes remontadas. Y Podemos, paradojicamente, comienza a dar cuenta académica de su corta pero fulgurante y exitosa trayectoria, ¡nada menos que en un máster de la Complutense!, en el instante mismo que las hachas de Iglesias y Errejon comienzan a hacer astillas su flamante escuadra de ataque y desembarco. Hablarán de su éxito histórico mientras sangran por el cuello.

Rajoy puede esperar a que un puñado de abstenciones le den un gobierno en firme o hasta unasnuevas elecciones el 18 de diciembre. Ambas soluciones le arreglan la vida; nadie le va a exigir nada hasta entonces que le suponga un gran esfuerzo porque a estas alturas todos saben (menos Pedro Sánchez a lo que parece) que acabará siendo presidente del gobierno de nuevo.