Aunque con el paso de los años –y ya son muchos los que arrastro- uno tiende a escandalizarse cada vez menos, en ocasiones todavía consiguen escandalizarme. Llevo algunas semanas escandalizándome con las exigencias públicamente expresadas por un buen número de personas. Se trata sobre todo de algunos políticos, y también de no pocos periodistas, algunos de ellos admirados tiempo atrás, en otros casos estimados y respetados profesionalmente, y en otros casos poco o nada conocidos por mi parte.

Todos ellos han logrado no solo escandalizarme. Me han indignado e irritan. Me tienen harto ante tanta exigencia de que Pedro Sánchez dimita como secretario general del PSOE. ¡Que dimitan ellos! Que dimitan, en efecto, como jarrones chinos, como baronesas o baronesas, como editorialistas convertidos en multimillonarios a costa de destrozar a sus propias empresas, como analistas políticos que se nos presentan como neutrales pero no nos cuentan de quién es la mano que mece su cuna…

Si, como todo apunta, en diciembre volvemos a las urnas por tercera vez, no será responsabilidad de Pedro Sánchez que hayamos llegado a esta situación. El responsable principal de este despropósito es, como parece obvio, Mariano Rajoy, alguien que llegará a estar un año entero como presidente del Gobierno en funciones sin haber logrado los mínimos apoyos necesarios para obtener su segunda investidura. ¿Por qué no reclaman la dimisión inmediata de Rajoy como candidato a la reelección? ¿A qué esperan para hacerlo los jarrones chinos, los barones y las baronesas, los editorialistas y analistas que se limitan a ser voces de sus verdaderos amos?

Se supone que el PSOE es un partido autónomo y soberano, que toma democráticamente sus posiciones. Tomadas están también en este caso. Pedro Sánchez fue elegido secretario general del partido en unas elecciones primarias que expresaron la voluntad libre de toda la militancia socialista. A Sánchez le ha tocado dirigir y gestionar el PSOE en un periodo dificilísimo, tras la pesada herencia recibida de la época de José Luis Rodríguez Zapatero, con un PP ensoberbecido gracias a una mayoría parlamentaria absoluta que convirtió durante estos cuatro años en mayoría absoluta y con la irrupción en la política española de dos partidos emergentes. Culpar a Sánchez de la pérdida de votos sufrida por el PSOE con él como candidato, sin tener en cuenta estos hechos, es una simpleza monumental.

También es una simpleza intentar obviar ahora, como hacen siempre quienes han conseguido escandalizarme, indignarme e irritarme, que los órganos de dirección del PSOE, democráticamente elegidos por sus militantes y mediante decisiones adoptadas por unanimidad o sin ninguna disidencia conocida, han ratificado hasta ahora la gestión que Pedro Sánchez viene llevando a cabo como secretario general del PSOE, y de manera muy concreta de su firmeza en la defensa del voto negativo a la investidura como nuevo presidente del Gobierno de Mariano Rajoy o de cualquier otro candidato del PP. Una firmeza leal con la decisión unánime que el comité federal socialista adoptó.

¡Que dimitan ellos!