Mariano Rajoy no se ha caracterizado durante su mandato por su carisma o su influencia en Europa. Pero es en estos últimos meses, en los que está como presidente del Gobierno en funciones, cuando la presencia de España en la Unión Europea está bajo mínimos, justo cuando la institución se enfrenta a sus dilemas más grandes.

Este viernes habrá una reunión en Atenas de los países del sur de Europa para fijar una postura común de fuerza de cara a la cumbre de líderes de la UE en Bratislava, el próximo 16 de septiembre. Sin embargo, Rajoy no estará y no se le espera, pese a que ha sido invitado.

Y eso que es la primera vez en cierto tiempo que Rajoy recibe una invitación, porque el pasado 22 de agosto hubo una reunión en el portaviones Garibaldi, frente a las costas de Sicilia, que celebraron Angela Merkel (Alemania), François Hollande (Francia) y Matteo Renzi (Italia). Y ese mismo trío se reunió en Berlín el 27 de junio para evaluar la crisis del Brexit y tampoco invitaron a Rajoy, pese a dirigir la cuarta economía más importante de la UE. Un feo al que se debe sumar el de la ronda de visitas de Merkel en agosto, que en seis días visitó cinco ciudades para entrevistas con 15 mandatarios, entre los que no estaba Rajoy.

La tónica de los últimos meses es la de ver al italiano Renzi comer poco a poco el terreno a Rajoy, y así lo ven los expertos en política que ha consultado El Periódico de Catalunya. “Rajoy no fue invitado porque no hay gobierno en España. No juega ningún papel a nivel europeo. Renzi suele posicionarse sobre temas europeos. De Rajoy jamás tenemos nada y eso es una pena. Su influencia es muy poca”, argumenta Karel Lanoo, responsable del influyente think tank CEPS, muy relevante en Bruselas.  

“Renzi es muy bueno comunicando y con su verbo maximiza su influencia” mientras que “Rajoy no utiliza su verbo ni su carisma”. Es la opinión de Yves Bertoncini, director del Instituto francés Jacques Delors. Otros, como Vincenzo Scarpetta, analista de Open Europe, cree que el problema de Rajoy es su fijación con los asuntos domésticos y la falta de Gobierno, al tiempo que relaciona su plantón a la reunión en Atenas con su intención de dejar mal a Alexis Tsipras: “Puede no querer enviar ningún mensaje de apoyo a un gobierno liderado por el homólogo de Pablo Iglesias en Grecia. No hay que olvidar que España fue durante las negociaciones uno de los más duros”.

Sin embargo, más allá de los asuntos domésticos, el maltrato de la influencia española en el mundo viene de bastante atrás, aunque recientes movimientos como el intento de colocar a José Manuel Soria en el Banco Mundial no ayuden mucho.

Al inicio de la legislatura de Rajoy, asistimos a la novedad de que España se quede sin un puesto en el Banco Central Europeo, algo que no sucedía desde que se creó el euro. Después llegó el intento de Rajoy de colocar a un español al frente del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el que controlará los préstamos a los países en apuros, que acabó en manos de un alemán.

Después llegó la promesa a Luis de Guindos de que sería presidente del Eurogrupo, que se quedó en nada. Una humillación mayúscula sobre todo después de que el Gobierno proclamase que era algo hecho, gracias a la ayuda de Merkel. Tanta prepotencia molestó a los holandeses, que torcieron la votación en contra del aún ministro de Economía en funciones.

Y la guinda la puso el nombramiento de Miguel Arias Cañete, que se tuvo que conformar, tras pasar dos exámenes humillantes, con una Comisaría de segunda división, más aún cuando en los últimos tiempos España había contado con la Vicepresidencia de la Comisión a través de Pedro Solbes, primero, y Joaquín Almunia después.