Con su afición a caminar deprisa, o correr despacio, Mariano Rajoy se ha convertido en el ejemplo andante del oxímoron, esa figura retórica que consiste en conjugar dos palabras con significados opuestos, como la música militar o la tortilla de patatas sin cebolla. No, no vamos a hablar otra vez de su habilidad de sorber y soplar al mismo tiempo, sino de la capacidad del presidente del Gobierno para aparentar que se mueve en la dirección contraria a la que va, lo que no deja de ser una mentira con patas.

Ahora que caminamos despacio, vamos a contar mentiras y fingir que el PP tiene democracia interna. Por eso convocamos a la Ejecutiva Nacional del PP para que decida qué hacer con el papelote de condiciones que le ha presentado Albert Rivera. Nos vende la idea de que la Ejecutiva es una especie de soviet –o, peor aún, un Círculo de Podemos- donde se votará, porque esa decisión no puede Rajoy “tomarla en solitario”. Aunque el PP no vote en sus Ejecutivas y el órgano sólo se limite a escuchar a su líder hablar, precisamente, “en solitario”. Esto sí que va a ser un “teatrillo”, y no lo que han hecho sus rivales durante seis meses, como se empeña en decir el PP.

Ahora que caminamos despacio, vamos a contar mentiras y a decir que la gobernabilidad de España es prioritaria pero nos lo tomamos con calma. Visto que la Ejecutiva no podrá reunirse hasta el próximo miércoles, dentro de una semana, porque quizás los dirigentes ya tengan sus compromisos, no hay un dios que se aclare en los grupos de Whatsapp o, seguro que no, porque Rajoy no es capaz de renunciar a su “puente largo” de cuatro días en Galicia. Para así poder, como siempre, caminar deprisa, o correr despacio, junto al presidente de la Autoridad Portuaria de Marín- Ría de Pontevedra, José Benito Suárez, más conocido por ser el marido de Ana Pastor, presidenta del Congreso. Será a esto a lo que se refería Rajoy en sus artículos de los 80, cuando aseguraba que los hijos de “buena estirpe” eran superiores a los demás.

Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras y a ignorar la obligación constitucional de acudir al debate de investidura tras ser designado candidato por el Rey. Con su enésimo cambio de opinión, Rivera ni siquiera ha conseguido arrancar a Rajoy una fecha de investidura, sólo un “ya veremos”.

Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras y digamos que no tiene sentido ir a la investidura sin un apoyo cerrado de antemano porque es “hacer perder el tiempo a los españoles”. Imaginen que ustedes faltan a su puesto de trabajo porque “los españoles no están para perder el tiempo”. Lo peor que esconde este argumento es la falta de respeto absoluta por la separación de poderes en la que se inspira el espíritu constitucional. El candidato a liderar el poder Ejecutivo debe acudir ante el Legislativo, donde están representados los españoles, para recabar ahí apoyos a su programa de gobierno.

Pero qué respeto va a haber por la división montesquiana cuando la presidenta del Congreso, que se ha declarado en rebeldía para favorecer tus intereses personales, es tu mejor amiga desde hace 35 años. Y la esposa del hombre con el que andas deprisa. O corres despacio. Todo queda en familia, o en “estirpe”.