Pasar de la talla 46 a la talla 36. Eso es lo que ha supuesto en la apariencia de María Antonia Munar,  expresidenta de Unió Mallorquina, los tres primeros años de cárcel por varios delitos relacionados con la corrupción, con una retahíla de asuntos aún pendientes. Personas cercanas a su familia aseguran que no lo lleva nada bien: al castigo de la privación de libertad y de la severidad del régimen penitenciario se le une el sentimiento de considerarse sometida a una injusticia comparativa, con especial incidencia con el expresidente Jaume Matas que, hasta ahora, solo ha sido condenado a nueve meses de cárcel aunque también acumula causas pendientes.  Hasta ahora Munar no ha recibido el menor beneficio de su impecable actitud de reclusa.

Hay casi una cuarentena de políticos condenados por corrupción en Balares con unas penas de cárcel que superan los 160 años. Prácticamente todos pertenecen a casos protagonizados por el Partido Popular o por Unió Mallorquina. La pena más alta recae sobre Juan José Cardona, que fue consejero en el Gobierno de Jaume Matas: 16 años que cumple en el centro penitenciario de Ibiza.

Desde que a los 21 años fue nombrada en Mallorca alcaldesa de su localidad – Costitx – nunca estuvo sin desempeñar cargos públicos de primer nivel, gracias a que sus diputados eran pocos pero constituían el fiel de la balanza para proporcionar gobiernos al PP o al PSOE. Poseía una corte de personas cercanas que la llevaban en volandas y la mayoría de comentaristas  de medios de comunicación ensalzaban su inteligencia y su astucia, circunstancias que ahora silencian.

La condena de María Antonia Munar habrá significado un antes y después en el ejercicio de la corrupción política en Balears por su efecto ejemplarizante; un cubo de agua fría contra el sueño fácil del delito público. El imaginario colectivo balear se sorprende: aquella mujer poderosa, siempre atildada y de porte majestuoso, se marchita ahora en la cárcel con el lento pasar de las hojas de calendario. Quien fue la más popular de las mujeres de la política mallorquina se halla extraviada en el olvido social y con el sufrimiento de su quiebra personal. Una vacuna para muchos.