El próximo debate que se dará en España a cara de perro tratará sobre las pensiones: sobre el recorte de las pensiones. La sostenibilidad de nuestro sistema es la crónica de una muerte anunciada de no mediar acuerdos urgentes y atinados entre las fuerzas políticas. El Pacto de Toledo, la gran obra socialista, para el mantenimiento, seguimiento y reforma del sistema previó cómo hacerlo. Pero el gobierno del PP continúa sacando miles de millones de euros del fondo de reserva de la seguridad social -la pasada semana anunció la retirada de otros 8.700 millones- y mira para otro lado.

La nueva oposición izquierdista y populista ni siquiera parece que se haya enterado aún de esta amenaza tan ocupada como anda ahora en que le expliquen que ha podido ocurrir para que su asalto del cielo no se haya consumado. Los únicos que advierten del peligro, y avanzan recetas, son los socialistas, pero su voz es débil y sus argumentos vienen siendo devastados por la ideología neoliberal.

De seguir este barco llamado España pilotado por el mismo timonel (y puede que por cualquier otro) las mareas ciudadanas saldrán a la calle clamando por las pensiones en poco tiempo. Porque nuestro país -a pesar de la propaganda: crecemos como ningún otro y nuestra recuperación es cierta- está entrampado por varias generaciones: tenemos una deuda pública superior al PIB anual, no terminamos de sofocar la crisis de la deuda (el Brexit ha vuelto a desnudar a nuestros bancos que sufren más que nadie), la deuda de las familias en riesgo de pobreza perdura y crece, y el agujero de las pensiones alcanza ya los 17.000 millones.

De todo esto, sin embargo, no se habla porque el Gobierno continúa lanzando la pelota de la deuda hacia adelante y aún quedan reservas para un año en la hucha de las pensiones. Es algo así como cuando sostienen que si llueve para que nos vamos a preocupar de las políticas del agua. Pero España es tanto un país con estrés hídrico como pobre, aunque en ocasiones no lo parezca y muchos no lo crean.

Nos distraen más los jueguecitos de formar gobiernos imaginarios, abundar en esa insistencia del PP para que entre el PSOE en su gobierno con el fin proclamado de dar estabilidad parlamentaria a las grandes políticas públicas y el oculto de matar a los herederos de Pablo Iglesias para siempre jamás. Y también nos mola jugar a las adivinanzas: ¿qué causas impidieron a Podemos penetrar el cielo? Iglesias pregunta a sus seguidores para que estos alumbren respuestas (y se responsabilicen del fiasco al tiempo, claro), mientras él y los miembros más significados de su dirección aventuran las suyas.

¿Pero no eran tan listos que sacaban hasta cinco cuerpos al PP en conocimientos sobre estrategias y tácticas de comunicación? Que buceen en la encuesta del CIS conocida un mes antes de las elecciones e investiguen hasta que profundidad removió el gobierno su cucharón en aquel menú de resultados. Cuando el CIS proclamó que Unidos Podemos era la alternativa al PP empezó todo. Se convirtieron en la “amenaza de España” y el votante conservador, y muchos que no lo eran tanto, se asustaron y lo creyeron.

Mejor nos iría a todos, y a Podemos también, si reflexionáramos sobre las causas profundas que traen estos resultados. Igual tiene razón el reconocido arquitecto holandés Rem Koolhaas cuando afirma en el diario El País que los europeos hemos cambiado “la igualdad, la libertad y la fraternidad por la comodidad, la seguridad y la sostenibilidad”.