El desenlace de las pasadas Elecciones Generales del 26J ha dejado a media España boquiabierta. Y es que se hace muy difícil asimilar que los resultados obtenidos por la derecha neoliberal, tras seis meses de un intenso bombardeo informativo de casos de corrupción, nepotismo y abuso descarado, hayan mejorado sustancialmente. O los españoles somos masoquistas o, directamente, la honestidad democrática nos trae al pairo. O, como dijo el gran Fernando Fernán Gómez, “en España no sólo funcionan mal los que mandan, sino también los que obedecen”. Sea como sea, es evidente que el supuesto triunfo de la derecha es una clara irregularidad democrática en la trayectoria electoral de este país.

Tan es así que, como sabemos, medio país tiene in mente la idea de que ha habido un tongo, o, en palabras coloquiales, un pucherazo electoral. Las redes sociales se ven inundadas por todo tipo de cálculos e informaciones, como la denuncia de irregularidades por parte de un presidente de una mesa electoral, que parecen indicar que puede haber habido un fraude importante. Y la verdad es que no sería extraño, dadas los antecedentes “morales” de la derecha española. Recordemos, por ejemplo, el Tamayazo que colocó a Aguirre de presidenta de la Comunidad de Madrid, y que dio el poder al Partido Popular de una manera tramposa, vil y rastrera.

O recordemos, algo muy cercano en el tiempo, la trama corrupta en el Ministerio del Interior, desarticulada por la Policía y la Guardia Civil en septiembre de 2015, trama que se constituía en una red que habría amañado la adjudicación de los contratos para el recuento de las Elecciones europeas, municipales y autonómicas, y pretendía también manipular el concurso para la gestión de los datos de las Elecciones del pasado diciembre. Y, si nos ponemos a enumerar, las tramas corruptas, las irregularidades, las imputaciones sólo de la pasada legislatura por parte de la derecha necesitaríamos trescientos tomos a din A4 o algunos más. Mejor no hacerlo, no ha lugar. Aunque recientemente un sondeo europeo del centro de estadística Statista ha señalado a España como el país más corrupto de la Unión Europea. Por algo será.

Aunque, eso sí, el ministro del Interior, el responsable del recuento de votos, es, al parecer, un hombre intensamente religioso. De los que militan en una secta católica integrista, valga la redundancia, y de los que, supuestamente, van a oír misa al Valle de los Caídos, como los franquistas, como dios manda. Todo lo cual, por cierto, más que ser garante, como muchos suelen pensar, de unas pautas éticas determinadas, indica, en realidad, todo lo contrario. Porque, ya lo dijo Voltaire, quien es capaz de hacerte creer en absurdos es capaz también de que cometa atrocidades. Y porque, como buen cristiano, no sería extraño que siguiera una de las consignas conductuales más básica de la ideología cristiana: el fin justifica cualquier medio. Y está claro que la derecha y sus aliados espirituales tienen como fin primero, aunque no último, el aplastar al rojerío e impedir que en este país se instaure la democracia, la evolución y el progreso.

El fin justifica los medios, efectivamente, para algunos. La historia humana misma se podría resumir y desglosar en esos términos. Pero en el caso de que se trata es evidente que se pone en práctica. Algunos son antidemocráticos hasta ejerciendo la democracia. No hay más que ver los cientos de casos de fraudes denunciados de monjas que llevan a votar a ancianos incapacitados a su cargo con el sobre preparado, y todos sabemos a favor de quién. Ha habido hasta casos de votos de personas ya fallecidas. Y es que París bien vale una misa.

Tan contundentes son las sospechas de fraude que varios miles de españoles ya han firmado dos iniciativas que, a través de las plataformas cívicas change.org y avaaz.org, pretenden que se lleve a cabo una auditoría imparcial del recuento de los votos del 26J. Y es que, sin ir más lejos, no hace falta ser muy experto en la materia para percibir lo extraño que resulta que muchos españoles que residen en el extranjero denuncian que no han podido votar por falta de papeletas mientras que, según el recuento de votos oficial, se han duplicado los votos por correo; y, cosas del azar, los votos por correo benefician al Partido Popular en nada menos que veinte escaños, según algunas fuentes.

Y es que la picaresca del XVII se queda en nada al lado de algunos personajes españoles del siglo XXI. El Buscón llamado Don Pablos, por buscar un antecedente quevediano, se queda en una inocente alma bendita al lado de los actuales pícaros neoliberales. Ignoro si ha habido o no ha habido fraude electoral. Todo parece indicar que es muy posible que así sea. Pero sí tengo muy claro que, como dijo Paulo Freire, hablar de derechos y negar a los hombres es una mentira, y hablar de democracia y callar al pueblo es una farsa. Con o sin fraude.