Durante el día de hoy serán muchas personas -siempre demasiadas- las que no acudan a la cita electoral. La abstención no se tiene en cuenta en los resultados, salvo para poner de manifiesto una supuesta desafección, que en muchos casos resulta no ser tal, sino más bien una actitud de protesta o rechazo hacia las opciones y/o sistema existente. Sea como fuere, al no incidir en los resultados, nunca se le presta la atención necesaria. 
Lo cierto es que yo he acudido a votar sin ninguna gana. Sin tener la convicción ni la ilusión ni siquiera la confianza en la opción política por la que he votado. Y por primera vez, entendiendo muy sinceramente a todas aquellas personas que no han querido pisar el colegio electoral, hastiadas y profundamente cabreadas con la situación que nuestros "políticos" han provocado. 
Resultando ya un esfuerzo acercarse -otra vez- a votar, teniendo más o menos las mismas opciones sobre la mesa, lo que supone para muchos una decisión prácticamente imposible es elegir a quién votar. Sobre todo si uno se considera de izquierdas. 
Y en esta situación en la que no pocos nos encontramos asalta una idea a modo de propuesta que podría facilitarnos mucho las cosas: el voto negativo. 
Imagine el lector por un momento si hoy hubiera podido votar a favor de quien quiere que gane las elecciones, y además, en contra de quien no quiere que de ninguna manera gobierne. Con este sistema tendríamos un factor correctivo que dejaría mucho más claro el panorama del país, terminaría con los clientelismos y en definitiva, conllevaría cambios determinantes en la actitud de los partidos políticos. Puesto que no se trataría tanto de vender humo y hacer juego sucio en un panorama donde parece que todo vale (puesto que al final se trata de sumar más votos que el de al lado), sino que tendrían que tener mucho cuidado porque la falta de ética, la corrupción, y cualquier tipo de actitud deshonesta podría ser tachada por los electores. No se trataría, por tanto, de contentar a los votantes únicamente, sino de no enfadar a los que nunca te votarían. 
De este modo, con el sistema del voto negativo, lo más importante no sería contar con la mayoría de los votos a favor -únicamente- sino que la ponderación entre éstos y los negativos diera efectivamente un buen resultado. 
Estoy segura de que mucha gente que hoy no ha acudido a votar, de existir esta posibilidad, lo haría. Podrían expresar su rechazo a un partido concreto (no sería obligatorio votar en ambas casillas) y  quizás con ese "NO" uno bien podría irse satisfecho a casa. 
Pensando en esta opción me resulta mucho más legitimador un sistema donde el gobierno no cuenta con la mayoría social en contra, que un gobierno que se aproveche de la división en la oposición para arrogarse una representatividad que en realidad no tiene. 
Supongamos por ejemplo que el Partido Popular obtiene 7 millones de votos a favor, pero 15 millones en contra. Lógicamente los resultados darían la vuelta y estaríamos, esta vez sí, ante un verdadero cambio. 
De esta manera de poco le serviría a la derecha haber alimentado la división y la confrontación en la izquierda, si al final todo votante de izquierdas -por ejemplo- podría elegir su partido favorito para entregarle el SI, pero de manera unánime tendría bastante claro a quien decirle que NO. 
 Y es que es bastante habitual no tener muy claro lo que uno quiere y sin embargo no tener dudas sobre lo que se rechaza