Si en el año 2006, cuando finalizó su doctorado en Ingeniería Aeronáutica y Astronáutica en la Universidad de Purdue (Indiana, Estados Unidos), alguien le hubiese dicho que iba a ver a un avión cruzar el Atlántico sin consumir una sola gota de combustible, probablemente se hubiese mostrado escéptico. Sin embargo, esta misma mañana Germán Porras ha sido testigo de primera mano del aterrizaje en  Sevilla del Solar Impulse 2, la primera aeronave en conseguir hacer realidad el reto.

En un discreto segundo plano, mientras los pilotos recibían los aplausos y explicaban el proyecto, y Alberto II de Mónaco, que es el principal promotor de la iniciativa junto con ellos, aplaudía en el centro de control, Germán y su equipo descansaban después de cuatro días de vigilancia constante.

Ellos son los responsables de monitorizar toda la actividad del avión. Han diseñado e implantado “el sistema de seguridad que vigila qué hace y cómo funciona mientras el piloto descansa. En caso de que algo no vaya bien, lo despierta y avisa al centro de control en Mónaco”.

Un papel fundamental

Una parte crítica del proyecto, que ha sido desarrollada íntegramente por la filial española de Altran, una consultora 26.000 empleados en todo el mundo, con una fuerte presencia en el sector aeronáutico. “Formamos parte de Solar Impulse desde el principio”, explica Porras.

“El reto era impensable hace diez años”, cuando lo plantearon Bertrand Piccard y André Borschberg, los fundadores. “Cuando los promotores fueron a contarlo a las empresas de aeronáutica, todos les dijeron que no se podía conseguir. Excepto nosotros”.

El Solar Impulse 2 lleva dando la vuelta al mundo desde su despegue en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos) en marzo del año pasado. Esta etapa, en concreto, “era crucial” por el nivel de exigencia que suponía la travesía sobre el océano.

Aprendizajes

Los aprendizajes del proyecto son casi interminables. Sin embargo, muchos de ellos no llegarán de forma inmediata a la sociedad. “Yo no me atrevo a decir que no vaya a haber algún día aviones de pasajeros que utilicen únicamente energía solar. Pero a día de hoy es muy difícil. Eso sí, habrá otras aplicaciones”.

De hecho, el sistema diseñado por Porras y su equipo es uno de los que pueden terminar instalados en todos los aviones de pasajeros, por el plus de seguridad y control que aportan. “Los aviones llevan volándose solos, con pilotos automáticos, desde los años 30. Pero el nivel de monitorización que hemos conseguido nosotros, no se había logrado hasta ahora”.

Aparte de las aplicaciones prácticas, el proyecto tiene otro objetivo, según nos explica. “El gran propósito es coger un reto imposible y hacerlo realidad. Demostrar que se pueden hacer cosas muy difíciles. Preparar a la sociedad para un futuro más limpio”.

Quizá hace diez años, él mismo no lo hubiera creído posible. Hoy sigue afirmando: “No te imaginas lo difícil que ha sido y lo increíble que es verlo para mí, que soy ingeniero”. Quizá sea solo el principio de una nueva era. “Si hemos sido capaces de hacer algo así en el cielo, imagina lo que podemos hacer en el suelo”.