España es un país monárquico... o republicano. Este domingo se cumple el segundo año de reinado de Felipe VI, un aniversario que algunos medios afines al monarca tratan de vender desde la austeridad. Desde la perspectiva más positiva, los expertos en la materia le atribuyen haber dado tranquilidad a una institución marcada por los escándalos de su predecesor, de cuya constancia se tuvo, sobre todo, en los últimos años de su reinado. En su contra se le considera poco decisivo en su puesto como Jefe del Estado, una figura de la que, al margen de su carácter poco más que simbólico, se espera mayor determinación en un momento como éste de indefinición política, ingobernabilidad y conflictos territoriales. 

En estos dos años, además de recuperar en cierta medida la imagen de la Casa Real a ojos de la opinión pública, también se le achaca algún gesto desafortunado como el no recibir a la presidenta del parlamento catalán en un momento en que la diplomacia y el diálogo se antojan como los puntos más fuertes para luchar contra los deseos independentistas y de ruptura con el Estado.

Al margen de la izada de bandera que esta mañana se ha escenificado en Madrid con motivo del aniversario, a un rey moderno, y sin el rigor científico que le otorgaría una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, quizás le corresponda como visión del siglo XXI la posición que sobre su papel y su función le dan los usuarios de redes sociales.

Un vistazo, por ejemplo, a Twitter, plataforma en la que ha sido tendencia en algún momento, demuestra que Felipe VI, como en la barra de cualquier cafetería, levanta pasiones a favor y en contra.